Moraleja

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Que es como si fuese una moral escasita, o de esos aprendizajes que parece que solo los obispos hispanos saben dar, ellos tan dados a la salvaguardia humana y divina, tan prudentes, gordetes y risueños.

Moraleja es otro pueblo hermoso de la Extremadura norteña, que se asienta donde se allanan las últimas rañas fértiles de la Sierra de Gata. Pues allí donde también se sufre el verano de moscas y fiestas taurinas, la nueva Corporación Municipal parece que ha decidido montar la portátil plaza de toros justo en una de las plazas fijas del interior de la población y para ello se requiere quitar el arbolado, también fijo, que la Corporación anterior habría plantado; por la foto (1), aún queda un último ejemplar que da sombra al equipo de la oposición. Lo mismo se presenta a Moraleja la baronesa.

Ni me gustan las vacas, ni me gustan los toros; y sigo pensando que los dineros públicos dedicados a los festejos taurinos constituyen puro derroche potencial de muerte, herida, y gasto sanitario y social. Prefiero los árboles.

La moraleja de este desconcertante episodio es que para intentar remediar el descalabro de la erradicación de los árboles, intentarán que estos sobrevivan al trasplante ejecutado en el rigor del verano. Debemos estar atento al futuro de los árboles de Los Charcones, no vaya a ser que el éxito nos enseñe más prudencia.

Me daría mucha pena volver a escribir sobre toros, moscas y árboles secos.

Goyo

27-jun-07

(1)Foto obtenida de «El Periódico Extremadura»

Por la Bandera Medioambientalbandemita8.jpg

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