Quizá sea mejor no saber

Fukushima

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Cuando yo supe que el terremoto japonés del día 11 había movido también el mar y le había dado un tiento a los seis reactores de la central nuclear de Fukushima, después de que las primeras y confusas noticias anunciaran que “la cosista está mu mal”, en las conversaciones que vertíamos en el Twitter, anuncié convencido que ya no había solución si el sistema refrigerador había caído y se habrían detectado grietas en la vasija del reactor. “No tenemos tecnología para anular una reacción en cadena una vez iniciada, si acaso algo de freno”. Un amiguete me llamó la atención porque tal afirmación era altamente alarmista. Al rato, volví a escribir serenando la posible alarma poniendo como parapeto y escusa que eso era lo que decían los buenos libros que me dieron a estudiar y las buenas notas que me dieron los profesores de Física.

Es verdad que de ello hace muchos años, que la Ciencia ha avanzado pese a los obstáculos vaticanistas y que quizá no mereciese yo tan buenas calificaciones. El mal caso, es que a medida que avanza marzo, el ambiente saca peores notas y, al terminar el mes, nos llega el boletín que anuncia que miajinas del Japón han llegado a Cáceres,… hasta Cáceres. Así lo comenta uno de nuestros medios.

Ya estará usted pensando que nos debemos alarmar, palabra que procede del grito del centinela “¡al arma!”. Y esa es mi duda para esta semana, que va íntimamente unida a la terrible convicción de que no sé dónde coño está el arma que nos sirviera de defensa.

Aquellos libros, aquellas notas y la inalterada -hasta ahora- tozudez que proporciona la Física, no nos facilitan arma alguna contra el enemigo invasor -ni contra el vecino traidor- cuando de la cosa atómica se trata. Ya no cabe precipitarse en cerrar lo que está abierto ni en demoler lo construido; a lo bruto y a lo pronto, siempre nos ganarán los protones. Ahora sí que hay que hay que emplear un montón de tiempo y de dinero en solventar esta duda nuclear, por ver si nos acercamos todos convencidos a una energía también pacífica en producción, en reparto y en consumo.

Goyo
04-abr-11
Una banderita para las energías magnéticas.
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