Ando algo miedoso, acompañado por el temor a que mi equívoco arrastre opiniones nuevas hacia lugares improcedentes. O peor, que opiniones viejas se muden sin una previa ducha. El transmitir pensamientos me es cada día más preocupante, pues a mí me placería emitir y difundir ideas poco discutibles por ciertas, o muy debatibles para fomentar las mejores tentativas de sana controversia; pero me temo que no sé hacerlo siempre bien: incito al debate cuando no ha lugar o al dogmatismo cuando me confieso agnóstico.
Anticipo este preámbulo porque me encuentro ante una extraña mezcla de seguridad y de desánimo: seguridad, porque la prestigiosa revista “Science” se compromete, a partir de ahora, a que sus artículos y avances de investigaciones tengan el respaldo de honestidad suficiente como para que sean evitables casos como el del veterinario surcoreano Hwang Woo-Suk; dos artículos sobre clonación de embriones humanos con fines terapéuticos en el 2004 y el 2005 divulgados en la revista por el veterinario surcoreano, estaban apoyados en resultados alterados de manera subjetivamente interesada, falseada, huidiza de los rigores de la Ciencia. Tras descubrirse la ilegitimidad de los trabajos de Hwang, la revista recibió severas críticas por no comprobar sus artículos de forma suficiente. «Los estudios fraudulentos son un hecho especialmente alarmante, ya que amenazan una empresa construida sobre la confianza. Afortunadamente, este tipo de casos es raro, pero nos perjudica a todos«,ha manifestado Donald Kennedy, director de Science.
Por engañar al mundo y a la comunidad científica internacional, el gobierno surcoreano ha decidido retirar a Hwang el título de Mejor Científico y los cargos y reconocimientos oficiales que le fueron concedidos; además, él y su equipo tendrán que responder por el uso de los fondos que fueron entregados para las investigaciones con células-madre. Bien hecho, ¿no?
Mi desánimo radica en que, en el terreno político, (en el urbanismo y construcción de las sociedades a través del concurso de la Política) no existe ninguna revista de prestigio que dé un tirón amargo de orejas a representantes elegidos por la ciudadanía por torcer de manera falsa argumentos, datos,… incluso creencias y promesas.
Para mi particular satisfacción, todo pronunciamiento y proceso político debería sujetarse a principios éticos, a la Ética; pero esta profunda palabra no tiene ni siquiera Dirección General de la Cosa, ni grandes defensores alejados de la caduca moralina, ni ardientes guerreras superadoras del feminismo, ni contentos furibundos antitabáquicos,…
Sola y abandonada la Ética, las cosas y los casos me empujan al exiguo reino de los pocos solicitantes de un arbitraje honesto de lo que se dice, de lo que se escribe, de lo que se muestra,… para que podamos estar acompañados incluso por los sufribles políticos descompuestos. Escribo esto, para que se retiren títulos y reconocimientos a los abanderados de mentira habilidosa construida –desde una creencia respetable– para veneno ciudadano.
“La declaración fraudulenta es un hecho especialmente alarmante por lo frecuente, ya que amenaza la convivencia construida sobre la confianza. Desgraciadamente, este tipo de casos nos perjudica a todos porque abunda” Ha manifestado hoy Gregorio Tovar.