A mí me pregunta el alcalde que qué quiero ser y yo le digo que Concejal de Educación y Medioambiente; y me dice que eso parece que es un poco raro, que lo habitual es que los asuntos medioambientales vayan ligados al área de urbanismo. Y yo le digo que ya, pero que si desde las tareas educativas no se confabulan valores medioambientales, los ladrillos acabarán con los árboles, el hormigón con las hormigas y el asfalto con los charcos juguetones de la infancia. Eso pasó ya hace 16 años, cuando me uní a un grupo hermoso de personas de mi pueblo que afrontaba seguir trabajando para que aquello siguiera siendo profundamente «pueblo»; con todas las buenas y agradables connotaciones que aún permanecen en el término.
Con el paso del tiempo, el mismo grupo entendió que yo podía dejar a un lado las tareas educativas y volcarme más en las urbanísticas; que al parecer, eso de ser Concejal de Urbanismo era cosa de mayor enjundia política. Y así sigo, con las encomiendas del urbanismo, de las obras públicas y del medioambiente de Casar de Cáceres: un «pueblo capital»; con todas las buenas y agradables connotaciones que aún permanecen en la expresión. Solo algunos pocos me encasilllan en mis cosillas, por ejemplo el amigo César siempre me presentó como «Concejal de Medioambiente», título que de ser rigurosamente cierto diría mucho más de mi pueblo pues hubiese significado una delegación exclusiva y atenta al problema complejo, diverso y entrañable que todo lo baña. Y basta ya de preámbulo necesario.
A lo que quiero llegar, es a mostrar mi regocijo por la versión futura que se avecina según anticipa el borrador de la Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad que está preparando el Ministerio de Medio Ambiente; en ella se antepone la protección ambiental sobre la ordenación territorial y urbanística: lo que yo antes siempre decía como enunciado teórico, y lo que escasamente podía hacerse porque muchos señores arquitectos saben demasiado de constructivismo de líneas y materiales, poco de urbanismo y apenas nada de equilibrio entre el albañil y el hortelano.
Bueno,… ahora podré volver a reivindicar que, en este país, haya una ley que diga que cada nueva vivienda que se construya debe llevar asociada la plantación de un árbol, que debe asegurarse tanto tiempo como la vivienda exista.
Goyo
1-marzo-2007