Nos dijeron que Moisés bajó de la montaña con dos piedras donde no se sabe quién había escrito los diez mandatos para huir del Becerro de Oro y asentarse en la Tierra Prometida, que debió ser en aquella época como una especie de Paraíso Fiscal Pobruno. Que aquel dios que urdía más Justicia que Misericordia -según su hijo- lo era de todas las tribus hebreas que duramente pudieron fijar su nomadismo en el valle semidesértico habitado por los cananeos. Así, las Doce Tribus proclaman la anfictionía (asociación político-religiosa para defender un santuario) bajo el gobierno de los Jueces que vigilan tanto el cumplimiento del culto como la Ley que afirma el asentamiento de las tribus nómadas hebreas en Palestina.
Sobre cómo este proceso se complica, recrudece y escenifica en cientos de guerras lo aclara cualquier buen libro básico de Historia; otros libros -también buenos- también explican cómo de la cultura monoteísta de Abraham, surge el monoteísmo cristiano y el monoteísmo de Alá. Recordar de nuevo que Judíos, Cristanos y Árabes tienen el mismo dios ascendente sigue sin servir para nada; a no ser que admitamos que bien pudiera este “tripartito” servirnos para ayudar a comprender la mina de odio que baña el Mediterráneo oriental desde hace más de tres mil años.
Mientras pasa ese tiempo y en lo que aquí nos coge, dudo yo que podamos encontrar respuesta pacífica (o que nuestra aportación sirviera para pacificar alguna cosilla) máxime si observamos cómo los tres dioses siguen tirándose trastos humanos unos contra otros.
Pero volvamos entonces a las cosas humanas, comenzando por la indignación indignante de Javier Solana, el silencio escandaloso del Imperio y la desunión internacional de la vergonzosa ONU.
Dicen los mapas que allí, en Gaza, estuvieron los gigantes filisteos y, un poco al lado, la penosa leyenda de las tribus perseguidas; buscando en la Historia, no encontraremos más que razones para seguir aumentando la crudeza de los bandos. Me viene entonces a la memoria el presente de ese autobús que rueda por Londres con el cartel “Posiblemente Dios no existe, así que no te preocupes y pásatelo bien”. Quizá por razón tribal, hay ya un autobús en Fuenlabrada que tiene rotulada la frase “Dios si existe” así, sin tilde. A ver si lo dejamos sólo en desencuentro de carteles anunciadores.
Goyo
09-ene-09