Ahora la estación

 

 

Hubo un tiempo en el que nuestros temerosos gobernantes decidieron caminos de hierro con anchura diferente a las medidas que imperaban en la Europa que estaba al norte de los Pirineos. La razón que se dio a conocer, se justificaba porque así se impediría la invasión de ejércitos extranjeros a través del ferrocarril. Casi la totalidad de nuestra red ferroviaria es de “vía ancha”. La marca hispana era distinguirse del francés gabacho y demás transpirenaicos.

He vivido seis años en plena Europa Central, entre Bélgica, Alemania y Holanda y me ha tocado conocer la cultura del tren de por allí. Cuando el invierno invadía con su nieve las carreteras, casi todo el mundo optaba por viajar en tren; es más cómodo que el automóvil, te despreocupabas del aparcamiento, no era caro y te dejaba puntual en el centro. Sí, en el centro de la ciudad. La Estación Central de Bruselas está cerca de la Grand Place, la Estación Central de Colonia está justo al lado de su conocida catedral, la estación más importante de Maastrich se encuentra al lado de su famoso mercado,… y así ocurre con una aplastante mayoría de ciudades europeas grandes, medianas y pequeñas.

Nosotros, no. Ubicamos las estaciones en las afueras, aunque el paso de los años las rodea de barrios que hacen crecer la ciudad, y las engullen. Por tanto, las estaciones ibéricas requieren de un coche que te acerque o te recoja; nuestro sistema ferroviario sigue tardando muchos años en acomodar trenes, autobuses, tranvías, metro y automóviles, y sólo esta confluencia se intenta organizar en algunas grandes urbes españolas.

Muchos “cacereños de toda la vida” conocieron dónde estaba enclavada la estación que fue desmantelada para trasladarse al sitio actual. Estaba en lo que hoy es la barriada de Moztezuma; si así no hubiese sido, hoy tendríamos la estación no muy alejada del centro y muy cerca de la estación de autobuses.

En Bélgica, por ejemplo, la ciudadanía no teme a que sus propiedades puedan ser expropiadas para ampliar un hospital, construir un centro educativo o agrandar instalaciones ferroviarias; saben que el estado responde generosamente ante cualquiera de estas tres situaciones concediendo compensaciones ágiles y dignas.

Salvo rarezas, la duda de dónde reajustar la estación cacereña parece que no tiene averías, lo que me produce perplejidad.

El tren de Valdeflores

 

 

Desde que se ha instalado la seca y pasada primavera, mi dependencia a la siesta sigue creciendo y, para mejor dormitar, me narcotizo casi todas las tardes con los programas que ofrece Discovery Max presentando las experiencias de la familia esa que dicen que vive en Alaska. La interminable y rudosa serie enseña mucho aunque oculta mucho más. Por ejemplo, no nos dice cual es el salario de cada uno de los miembros, cómo pueden adquirir embarcaciones, motores y herramientas tan nuevas y relucientes, cuerdas tan larga y bonitas,…qué condición de propiedad o uso tienen de esas tierras que habitan, qué permisos obtienen para talar el bosque, ejercer la caza y a qué colegio acuden las dos adolescentes. El caso es que el programa dice que familia vive en el bosque de una isla que tiene medio millón de hectáreas, por lo que las salvajadas de las deforestaciones y huellas de la gente civilizada parecen importar poco.

Para casar estas visiones con las que se me presentan por otros medios, leo que el grupo automovilístico VW quiere que los próximos felices 20 comiencen con la venta de un millón de coches eléctricos. Según apuntan sus programas y estudios, el desafío se conquista si el coche del pueblo (volks/wagen) es agradable como el Golf pero con la habitabilidad del Passat, su motor eléctrico tiene un autonomía de 400 kilómetros y su estructura informática y mecánica podrán definirlo como una tablet con ruedas.

Incluso se aspira a que este inmediato coche eléctrico sea dotado de un sistema de recarga inalámbrica, aunque poco parece apuntar que bien pudiera recargarse -en todo o en parte- a pleno sol.

Otro de los factores que exige el nuevo desafío es dotar al futuro vehículo de la estructura que albergue la distribución y el peso de las baterías que irán bajo los asientos de los pasajeros.

Todo ello, y algún que otro gadget secreto, invitan a nuevos y radicales cambios. Por ejemplo, si se aplica el potencial solar al sistema de recarga, la lucha por un aparcamiento al sol será terrible.

Desde que el malogrado Nicola Tesla fue pirateado por Edison y su industria de patentes y royalties, la motorización de todo el siglo XX ha fomentado un complejo financiero, político y científico que ha servido para seguir sometiendo a gran parte de la población a disfruta de las mieles del coche bajo condiciones estrictamente capitalistas y financieras. Quizá no sea bueno que toda persona tenga su coche; pero sí puede ser bueno un mundo donde la movilidad sea un derecho universal. Pienso que el blablacar es un primer balbuceo en este andar.

Y es aquí donde entramos los extremeños y podemos dejar de ser catovis.

Al parecer, ya se han realizado una primeras prospecciones, catas o pruebas en el valle de Valdeflores, a espaldas de la Virgen de la Montaña, y se apunta a que hay litio, que es el elemento hasta ahora hipervalorado para que sus locos iones produzcan energía. Así que teniendo el litio tan a mano, aunque en realidad esté en manos de otros mineros, bien que podríamos montar la universal industria de las baterías sin necesidad de implantar cualquier otra industria tradicional. Que ya puestos, podrían los residuos líticos utilizarse para mover ese tren eléctrico y digno que dicen que también estrenaremos con el inicio de tan prometedores años veinte.

Goyo

07-sep-17

Digno del oeste

 

trendigno

 

Lo atractivo de la Geografía es el disfrute inasible que los territorios dan al hombre, las concesiones que presta a las aventuras del hombre en la tierra. Nosotros pertenecemos a la cultura y civilización mediterránea, que se precia por la diversidad y varianza de las gentes de las riveras del gran mare nostrum. Las gentes del norte del Mediterráneo presentan unas formas de vida y unos fondos de valores que se diferencian de los valores y de las vidas de las personas que habitan las costas del sur. Lo de arriba se llama Europa y lo de abajo, no. Lo de abajo se llama África, lo de arriba, no.

Aquí, en el oeste europeo, también hay arriba y abajo; desde bien chiquitito las profesoras y los profesores nos hacían viajar y cargar con las diferencias: El llamado País Vasco era industrial y las tierras extremeñas ricas en ganadería y agricultura. Cataluña era comercial y Andalucía alegre y turística; pero los dineros, curiosamente, rodaban mejor cuesta arriba. Diferencia acusada también se establecía entre el rico Levante y humilde Poniente. Conclusión: la Geografía nunca nos premió.

Resulta que en el Nuevo Mundo parece que se reprodujo el modelo geográfico para implantarse cómodamente y, a lo que hoy me interesa acudir como ejemplo, el despertar americano no inició el auge hasta que las tierras del salvaje oeste fueron invadidas por el ferrocarril. Aunque para ello, tuvieron que suprimirse culturas y costumbres asentadas, que el tren sustituía e inyectaba en su avance hacia la costa del Pacífico.

Quizá porque nuestros políticos saben esto, se han unido al Presidente Vara y, sobre suelo de cristal de una de las dependencias nobles de la Asamblea de Extremadura -bajo el cristal hay restos romanos- han compuesto una mesa unitaria y unificada que pide para nuestra región un “tren digno”. La foto del acto tiene su gracia porque parece que ninguno de ellos tiene los pies el suelo.

Yo hubiera aprovechado la coalición política para pedir a tan lejana Europa que componga un tránsito ágil entre las dos capitales de los dos países del oeste europeo a través de una línea férrea europea. Y como no existe el eje Madrid-Lisboa y nuestra región no parece dispuesta a doblar grandes voluntades, me entra la duda de si nuestro oeste se encuentra ya domesticado sin haber llegado al Atlántico.

 

Goyo

31-may-16

Otro tren que va y viene

 

 

 

tren

 

Mi último cuarto de siglo, puedo resumirlo en dos aspiraciones que me siguen conduciendo sin que pueda comprobar hasta el momento que mis desvelos se hayan cubierto de éxito. Digo que la primera es que me gustaría ver atravesada nuestra Extremadura por una vía férrea doble, electrificada y acogedora de trenes veloces. La otra primera y más importante es que me gustaría que supiéramos repoblar de encinas y alcornoques nuestros disminuidos bosques y nuestras viejas dehesas.

Sobre la repoblación, llevo veinticuatro años promocionando una sencilla campaña durante los dos últimos meses del año: “Siembra una bellota” por ver si, además, nos sirviese tan familiar fruto como muestra de regalo navideño a los amigos y familiares que tuvieron que emigrar. Así, me dicen que tenemos ya encinitas o alcornoques en las tierras más alejadas. Muy pocas; pero muy queridas.

Sobre el ferrocarril, fue en el 92 cuando di por primera vez la lata ante las mejores autoridades que tuvimos y, por lo que percibí, no les resultaba asombroso que Madrid y Lisboa estuviesen unidas por un moderno ferrocarril, al modo y manera como Sevilla y Madrid se unieron. Naturalmente, también parecería asombroso que la línea que uniese las dos capitales excluyese al territorio extremeño. Yo me pedía tan sólo una parada en cualquiera de estas tierras y recordaba que, paralelo al Tajo, el relieve se inclina suave y favorablemente hasta el Mar de la Paja; luego, venir de Madrid a Lisboa era energéticamente cómodo y económico, aunque al revés la cosa se complicase algo.

Con algo más de seriedad nos recordaba Iam Gibson en días pasados nuestra cortedad visionaria respecto a esa buena gente que tenemos al lado. Y la semana pasada, nuestro presidente Vara se vuelve a ilusionar con el tren. Vale.

Ya estamos conformados para echar de nuevo la culpa a los últimos responsables políticos que nos han gobernado; quizá convenga cambiar de estrategia y culpabilizar a los que nos quieren gobernar en el futuro; a ver si nos damos cuenta que unos u otros, los responsables, los culpables, los gobernantes son “extremeños”.

Seguiremos batallando. La duda la tengo en saber cuántas encinas y alcornoques faltan aún que arrancar al fin de diseñar para estos inmediatos años, campañas de reforestación más variadas e incisivas.

 

Goyo

15-feb-16

Lusitania

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Quizá igual de vieja que la Tarraconensis, aquella Lusitania dio el nombre a un tren nocturno con diseño casi transiberiano, con restaurante, cama y traqueteo asegurado. Hoy, me veo equívoco y torpe para encontrar un billete de tren que me lleve de Madrid a Lisboa, o viceversa.

Hace como muchos años, Extremadura se atravesó horizontalmente con una autovía que nos acercó en tiempo a Lisboa y a Madrid. No sé si llevamos ya un trienio con Extremadura atravesada verticalmente; el caso es que a nuestra modestia no le causa molestia o impertinencia esas grandes rayas de mapa. Digo que tenemos excelentes carreteras para los carros y las bestias de hoy. Tampoco he sentido muchas quejas del ruido de los aeropuertos regionales, ni protestas masivas de las sirenas de buques cuando atracan. O sea, disponemos de un vigoroso transporte por carretera y punto.

Pues siguiendo a cómo había empezado, resulta que yo también soy amante del tren y una vez pública, dije bien claro que no me explicaba por qué los extremeños teníamos tan escaso arrojo a la hora de reivindicar un tren al modo y estilo europeo: doble vía electrificada. Es más; la unión topográfica Madrid-Lisboa es un transcurrir sin quebrantos, no hay puertos que escalar ni valles donde pisar el freno; desde el pueblo manchego repleto de subsecretarios hasta el océano es una simple cuesta abajo, cosas que lo sabe desde siglos el río y aprovecha su energética. Excepto la nuestra, cualquier salida radial de Madrid se encuentra con una cordillera que remontar, cuestas que coronar o túneles que perforar. Algo más dificilillo es ir de Lisboa a Madrid; pero de Madrid a Lisboa es una dulce cuesta abajo. Pues a pesar de todo, el Talgo que medio corre, va a sustituirse por otro más lentorro.

¿ No se os presenta la misma duda ? Teniendo tan pocos obstáculos topográficos la ruta Madrid-Lisboa, ¿ cómo la gente de fuera ha visto el problema con la misma parsimonia que la gente de dentro ?. ¿ No nos estarán causando beneficio mayor por perjuicio escaso?

Goyo
24-nov-10