Lusitania por Europa

 

 

Quizá en Bruselas no saben quién fue Viriato aunque sepan con certeza quién es Puigdemont. No corren buenos aires en aquel núcleo duro del Benelux; la misma ciudad y país que abrigaron el ayuntamiento de naciones de la Europa Occidental, son incapaces de mostrarse como ejemplo de tolerancia que sepa enriquecer las diferencias que a veces arrastran los idiomas y las aspiraciones. No me gustaría que el último huracán levantisco protagonizado por Inglaterra marcase el inicio de una tendencia desintegradora.

Recordemos que aquella provincia romana del oeste ibérico tenía su capital en lo que hoy es Mérida y, aunque a mucha de nuestra gente le gusta la Historia, a las gentes de ahora nos la veo yo inclinadas a recuperar sentimientos y debilidades de épocas pasadas. Tampoco las percibo adeptas a dar un vencijón agradable a la deshilachada Unión Europea. Aprovechando que el gobierno inglés nos ha dejado con goteras en algún techo y porquerías en los rincones, bien que debiéramos superar las amenazas que apuntan los estudiosos de la pérfida historia inglesa. Siempre se han comportado así. El nuevo empuje bien pudiera iniciarse desde el sur europeo y mejor concretamente desde el mismo centro de la zona lusitana, región que permanece casi aislada, poco comunicada como una especia de tumor benigno que alguien debe sajar para limpiar cúmulos infectos.

A lo largo y ancho de la vieja Europa no se aprecian señales luminosas

El gobierno extremeño puede sentirse en la obligación de reanudar Madrid con Lisboa para que sus campos y cielos sean atravesados por los diversos medios de comunicación; pues aquí, en la Europa de Abajo, siguen dos capitales de dos naciones dándose la espalda, asustadas por la lejanía y fíjense que para su enlace no hay que tunelar montañas, pues ambas ciudades se enclavan en el mismo valle que el río Tajo lleva esculpiendo desde milenios.

Acudiendo a razones más cercanas en el espacio y en el tiempo, este nuevo proceso centrípeto difuminará la locura y desafío centrífugo de esa intención arropada por personajes distinguidos por no respetar las leyes.

Extremadura debe creerse que tiene la obligación de decidir y animar pasos que recuperen y reciclen lo que los Santos Inocentes nos enseñaron, ya que a lo largo y ancho de la vieja Europa no se aprecian señales luminosas que sigan alumbrando el Tratado de Roma o el vuelo de la Milana.

Goyo

28-mar-20

 

Veinte veces más

 

glifosato

 

De nuevo el Tajo me lleva a Portugal. Diseño el viaje para disfrutar del sol y de la hierba de la solana de la Sierra de la Estrella, que está prontito. Nuestras carreteras extremeñas presentan estos días una apariencia de contraste gradual hacia la vida; del negro funerario del asfalto se pasa al marrón muerto de las cunetas que se vuelve a distinguir del verde intenso de los campos.

La apariencia de los paisajes me sigue dando razones y dudas; mirando la piel de las tierras, nada me indica que cambiamos de territorio. Eso sí, aunque ya no hay aduanas, se duplican los carteles informativos de que dejas una tierra que de llama Extremadura y entras en otra propiedad que se llama Portugal. Escudriñando los colores, los arbustos, las peñas, los pájaros,… nada me parece distintivo ni en dos kilómetros, ni en trece kilómetros ni en cuarenta y cinco kilómetros. Aunque los márgenes de las carreteras portuguesas han cambiado.

Os decía que los márgenes de nuestras carreteras se muestran como dos gruesas franjas de vegetación muerta por uso de herbicida para tratar de reducir el riesgo de incendios en este verano que se nos aproxima. Sin embargo, en las carreteras portuguesas, sus márgenes presentan en estos días un suelo cubierto de hierba cortada a estilo campo de golf. Incluso se respetan los pequeños arbolitos que de vez en cuando nacen. Patrullas de obreros con desbrozadoras limpian los bordes de las carreteras de lo que decimos que son malas hierbas.

Y se llega al hotelito, y lo primero que se hace es poner la tele por eso de que te acompañen ya los sonidos vecinos y familiares. Son dos mujeres vestidas con bata blanca y rodeadas de mesas, frascos y tubitos de ensayo, que nos dicen que los últimos estudios que se han hecho en Portugal midiendo la huella del glifosato, indican que muchos suelos portugueses almacenan ya más de veinte veces los niveles que se han detectado en Alemania o en Suiza, y que la prohibición es inminente en toda Europa porque ese herbicida es potencialmente cancerígeno.

El lunes de regreso es festivo en España pero los desbrozadores lusos siguen con su faena; vuelves a sentir la incomprensión de los cambios pese a que los paisajes siguen siendo los mismos. La duda palpita porque desconozco qué niveles de contaminación por glifosato nos acompañan.

 

Goyo

27-may-16

Ágora

fondo_agora

«La vida sigue y hay que continuar luchando aunque duela», leo por ahí a un personaje sencillo y casi anónimo.

Yo sin embargo disfruto de otros dolores más llevaderos; por ejemplo, a mí me duele Portugal. Véase cómo los frutos de las dictaduras son de amargos que, después de tanto ensayo vecinal, pusieron rayas y guardias de todas clases sobre los campos para que las personas se convirtiesen desconocidas y anónimas,… hasta cierto punto. Porque en Portugal, se construye y gestiona mucha de la información que se produce en España; y en España parece que permanece la competición de a ver quién es el que más desconoce qué se cuece en Portugal: pese a las tics, asimetría estúpida.

Esta cómoda y bastarda concepción que tienen/tenemos muchos de los españolitos, sólo tiene intentos serios de corrección en algunas de las autonomías limítrofes con Portugal (Extremadura y Galicia que yo conozca como claros ejemplos, y me gustaría recibir llamada de atención de otra gente dolida).

Hoy, comienza de nuevo otro debate peninsular, que desde el año 2002 se guardan crónicas, aunque yo creo que los inicios hay que fijarlos en 1998. Durante toda la semana que hoy se inicia y termina el 25, se desarrolla el «Ágora» de este 2009.

Y lo que me duele es que, buscando en el Google, este acontecimiento no aparezca hasta la tercera página, desbordado por las reseñas de la excelente película de Amenábar. Así, lo que había pensado como título «El otro Ágora» lo he cortado para adelantar posiciones en el buscador,… que buscando buscando, lo mismo se encuentran más y mejor los españoles y los portugueses.

Goyo
19-oct-09