Los grupos sociales que se toman en serio el ejercicio libre de la opinión sobre temas comunes, suelen ser más felices que aquellos colectivos a los que se impide tal ejercicio. Nosotros, que aún lastramos prohibiciones añejas no escritas, seguimos asustados en el batallar del diálogo, que es un ejercicio que se fomenta tanto como se evita.
A mí me satisface que el personal opine, incluso que lo haga con las nuevas herramientas, muy dadas a lanzar la piedra y ocultar la mano bajo un sinónimo o una IP que siempre deja huella indeleble. A mi me satisface que los lectores de prensa, los auditores de radio y los veedores de tele ejerciten su capacidad de intervención a través de los diferentes artilugios; eso sí, si no es posible el control total que quiere el Gran Hermano, seguro que en muchos casos conviene al buen uso de la crítica el saber de quién procede tal opinión.
Por ejemplo, en este caso, la opinión es mía, el rastro no lo oculto, expongo a lo público mi criterio personal -que viene tiznado del grupo social en el que vivo-, me expongo a la intemperie de quien desee comentar, … incluso facilito mi foto. Todo lo hago porque cuido y confío en no dañar a nadie con mi libre juicio.
Esto que antecede, no debiera ser necesario, pero como presiento que aún estamos escasos de respeto a otras culturas, bien pudiera que anduviésemos algo escasos de entereza ante nuestras propias opiniones.
Resulta ser que todos caemos en la aceptación de que no hay mayor bondad social para una persona que ejercite un empleo, que a través de sus habilidades obtenga el dinero imprescindible para las otras necesidades. Nos obstante, precisamos que no todos los proyectos que facilitan un trabajo son por igual apetecibles, viables o plausibles.
Llegado el caso del proyecto de la Refinería de crudo de petróleo que se desea instalar en Extremadura, presenciamos una riqueza generosa de análisis y controversia, que bien nos muestra cómo las pasiones incitan a juicios más ligados a un incierto radicalismo que a una disposición de querer entendernos. Seguro debemos estar que bajo el paraguas denominado «ecologista» se albergan tanto personas deseosas de no impedir un trabajo digno como personas deseosas de preservar las inquietudes y apuestas industriales. De la misma manera, creo que bajo otros paraguas siguen personas respetuosas con las leyes y personas sensibles a plateamientos teóricos medioambientales. Todos revueltos y cada uno bajo su particular forma de presenciar la que está cayendo.
Los comentarios siguen siendo igual de tensos que improductivos, en lo que se refiere a calmar los ánimos para que podamos ayudar a pensar de forma válidamente conjunta; sobre todo, porque tenemos la obligación de entendernos.
Un proyecto industrial del calibre de la Refinería proyectada tiene el respaldo de mucha gente preocupada por la riqueza, por la economía o por la energía; a la vista de las tensiones, otro grupo importante de gente decanta su preocupación por otro tipo de riqueza, por otra clase de economía y por otra clase de energía. No creo posible armonizar ambas tensiones porque son, sencillamente, insostenibles.
Y muy a pesar de admitir un amplio apoyo ciudadano procedente de la comarca más afectada, hay que admitir una resistencia también amplia desde la lejanía que se siente presente en el problema. Yo no percibí la importancia de este segundo aspecto hasta que, en vacaciones en Puntaumbría, la prensa de Huelva me despertó con sus preocupaciones; se hablaba en esos días de Fertiberia, de la Ría y de las condiciones penosas de la costa. Un grupo diverso e influyente aparecía argumentando que para ellos es una amenaza que los conductos que irían del mar a la Tierra de Barros, al pasar por la zona norte de provincia, ponían en peligro evidente la seguridad ambiental de la sierra. Así que adquirí con claridad la idea de que el proyecto no pertenece sólo a los extremeños y solo no lo podemos solventar.
Para más añadido, resulta que es un proyecto que afecta también al país portugués; y este fenómeno, deberá ser atendido con las mismas ganas que atendemos los extremeños el alocado desafío lanzado por la derecha portuguesa intentando paralizar el AVE.
El Proyecto de la Refinería trasciende nuestra autonomía y se traslada además al ambiente europeo; por lo que a lo mejor convendría templar razones y no estar tan seguro de tanta inseguridad.
Seguiremos atentos a lo que mejor nos convenga.
Goyo
25-sep-09