En el mes de septiembre de hace diez años, la Cumbre (que es lo opuesto a la base) de la ONU, a la que se subieron 189 países, acordó que se comprometían a solventar los ocho problemas más ásperos de la Humanidad antes de que pasaran quince años.
No sé a qué vino tanta celeridad; acababa de iniciarse la cuenta del tercer milenio y tan solo se concedieron un plazo de tres lustros. ¿Quién dijo miedo?. ¿Quién metió prisa?. ¿Qué países quedaron fuera?. ¿Por qué ocho objetivos y no catorce?. Y así preguntas que los nacionalistas unidos podemos plantearnos.
El infograma que ilustra estas primeras líneas y los símbolos que ayudan al recordatorio, se presentan dispuestos como si de un sudoku se tratase… por decir algo; porque, humanamente, yo no encuentro mucha diferencia entre promover la igualdad y sanar al que padece malaria, ni debe haber mucha distinción entre proteger a la infancia y destruir las rutas del hambre.
Aquella cumbre concluyó con la adopción de un plan de acción mundial para alcanzar los ocho objetivos que deben seguir cayendo en saco roto, corriendo con movimiento uniformemente acelerado: como lo hace la gravedad. (Quizá por eso dicen que es grave la cosa).
Yo no soy capaz de concluir a cual de ellos debería presentarse como primero; quizá la lucha contra la pobreza sea el objetivo mejor alcanzable,… por eso de que los pobres suelen ser indefensos y presentan poca resistencia ante los fragores de la contienda.
Hambre.
Educación.
Igualdad.
Infancia.
Maternidad.
Enfermedades.
Medioambiental.
Fraternidad.
Aún no sabemos cuáles son los presupuestos mundiales para el año próximo, así que raramente me encuentro con personas que me ayuden a contemplar los avances en el logro de los objetivos. También hecho en falta las ganas, que deberá ser el objetivo con el que se completa el sudoku.
Al menos debemos mostrar un cambio de actitudes frente al fracaso; aunque las cosas vayan mal hay que esperar a que vayan mejor.
Goyo
06-oct-10