Mucho ante de llegar al corolario fruto de las conclusiones universitarias de 2006, yo he buscado antecedentes menos trascendentes; pues ya saben que es difícil superar a los doctos. Llegado al infierno, la primera premisa certifica que una vez que entran, las almas de allí no salen y que entran todas en virtud y vicio de una falta de consenso divino que no acaba de concluir acerca de lo que se hará con los infieles.
El Limbo (limes, borde, orla,…) era el lugar temporal bifronte: había un «Limbo de los Patriarcas» muy diferente al «Limbo de los Niños» porque ya saben que San Agustín instaló el dogma de que el pecado original, es tan «original», que él solito merece las penas del infierno. Los catecismos populares en los siglos XIX y XX, como el del padre Ripalda, mencionan el Limbo de los Niños como uno de «los infiernos», junto al Purgatorio, el Limbo de los Patriarcas y el Infierno de los Condenados, que deberá ser el menos acogedor.
Aparte de la incomodidad de las brasas cuando están demasiado cerca, la Patrística, la Escolástica y el Dicasterio de la Fe, coinciden en reconocer que la principal y eterna angustia del alma en pena es no poder contemplar la luz de los misterios desvelados aunque estés rodeado de llamas, ni poder disfrutar de la presencia divina. Quizá por eso, Jerónimo Bosch -que debió ser algo así como El Roto del siglo XVI- representa de esta manera a Cristo, protegido y semioculto con una capa y dando la espalda a los santos inocentes. La interpretación de los monstruitos que tiene ante sí, es cosa que ya no podemos preguntar a Jerónimo.
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La Iglesia, aunque sea tardocansina, se adapta al poderío ideológico de sus fieles así como al de sus infieles; quizá por eso, el Papa Wojtyla también aseguró durante su Pontificado que tanto el Paraíso como el Infierno no son lugares físicos, sino estados del espíritu.
El 19 de abril de 2007, la Comisión Teológica Internacional, que fue presidida por el entonces cardenal Joseph Ratzinger -hoy Papa-, publicó un documento teológico (que no constituye magisterio pero que sí se emite con la autoridad del Vaticano) explicando que la existencia del Limbo de los Niños no es una verdad dogmática, sino solamente una hipótesis teológica. O sea, que va a cumplirse una legislatura y con esto de la crisis yo creo que la gente aún no se ha enterado que se ha suprimido el Limbo. Y ahora, una vez Papa, niega Benedicto que el Purgatorio sea un lugar físico que albergue a las almas penadas, sino que el Purgatorio es un fuego interior que purifica. Queda por tanto aprobada la supresión del cheque-Purgatorio.
No tantas albricias, hay que recordar que el Papa teólogo, afirmó en 2007 que el Infierno, «del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno para los que cierran su corazón al amor de Dios».
Con qué pericia persiguieron, condenaron y mataron aquella buena gente del Tribunal del Santo Oficio es cosa que yo quería haber traducido a una buena película; pues me atiborré de dudas y certeza a mi paso por la filosofía franciscana; lo que pasa es que Pedro Almodóvar -que estudiamos en el mismo colegio- es más listo que yo y, además, me lleva dos años.
Otro día hablaremos del Infierno.
Goyo
13-ene-11