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Hoy me duele, así que ni siquiera es necesaria la imagen que acompañe a la palabra que se levanta libre.
Dos de mis amigos viven temporalmente en el hospital. Para un americano de Iowa o de Masachuses (creo que se escribe Massachusetts) ello supondría una cantidad de dólares de seguro antes pagado, o de pago seguro al instante, que los pocos listos de aquí no acaban de comprender. (No os preocupéis, hay más de doscientos millones de americanos torpes que tampoco no lo entienden.)
Sin embargo, mis dos buenos amigos son dos trabajadores sencillos, amedrentados ahora por el infortunio de la puta enfermedad.
Siempre que aprovecho, puedo y me defiendo entre los pasilllos de los hospitales para otear la desgracia numerada -habitación tras habitación- y cuando salgo, respiro vivo y hondo el aire limpio que la salud deja; así me engaño y me creo sano y bueno.
Lo vuelvo a repetir: hay que visitar a los hospitales… siempre hay alguien que espera un engaño tierno, un sonrisa, una caricia entera.
No importa, cualquier cosa es mucha medicina. Además, las multinacionales farmacéuticas no obtienen comisión alguna por tanto. Por ello. Por tan poco.
Goyo
28-ene-10