En principio -dicen las películas- los pieles rojas no tenían rifles; la caza y la guerra se ejecutaban con apenas media docena de armas de la cultura del hierro para defender sus praderas y sus valles. Luego conocieron el whisky, los espejos y los rifles así que su cultura no tuvo otra salida que seguir traicionada y engañada con la nueva cultura.
Desposeídos de sus tierras los unos optaron por «integrarse» y al resto se les invitó a recluirse en «reservas» que al parecer de los reservistas es una indignidad edificada sobre la indignidad que nace de cualquier victoria bélica.
Acerca de Gerónimo se sabe que las tropas de los blancos asesinaron a su esposa, a su madre y a sus tres hijos; entonces juró vengarse -la venganza es uno de los mejores combustibles de la creatividad- y se asoció a los apaches chiricahuas cuyo jefe era Cosiche. Ambos dirigentes, jefes o malditos apaches -cualquier término nos vale, pues ya no se van a enfadar) buscaron no quedar confinados en una reserva y vivir como prisioneros en celda inmensa de una tierra reseca y árida. Una cosa así como la reseca tierra afgana.
Si rebuscamos más en la historia de estos personajes, volvemos a encontrar anexiones, acusaciones, interrogatorios, recelos, rehenes, traiciones y matanzas.
No sé por qué se me viene ahora el nombre de Gerónimo a la memoria.
Goyo
04-may-11