Ya habrán leído más de tres veces que tal Ayuntamiento “crea una mesa de trabajo para fomentar el empleo”, que las concejalías de Fomento, Bienestar Social, Igualdad y Nosequé coordinarán la nueva tarea, que en ella participarán todas las áreas del Gobierno Municipal y otros agentes sociales, sindicales y económicos, según concretaron los dirigentes, quienes además presentaron iniciativas para tan novedosa ocasión, como las siguientes: “juventud y divino empleo”, «empleo para mujeres víctimas de malos tratos», «el diseño de puestos de trabajo para personas en situación de riesgo de exclusión social». Y que los organismos con presencia en la primera reunión, con fecha anunciada, participan en conjunto de una gran preocupación por el tema y chimpampún que si no vienen las cacerolas. Otras tantas veces, como le pasó al santo Pedro, se negará la cosa antes de que el calendario cante el amanecer.
Es muy difícil hacer creer algo nuevo a un creyente porque sabemos que sus creencias están basadas en su necesidad de creer y no en sus evidencias. El condicionamiento sociolaboral del trabajo tiene tanta ponzoña, que lo normal de un parado es creer que la administración pública le va a proporcionar un empleo. Así que lo habitual y esperable es encontrarse con parados que se presentan ante el Alcalde suplicando unas migajas de contratación.
A veces, hasta el ministro dice verdades, tan absolutas, que pasan desapercibidas; en Sevilla el año pasado, el de Hacienda, advirtió de que los ayuntamientos y la administración pública «no son oficinas de colocación«; todo esto dicho al abrigo de la conferencia impartida por Don Cristóbal que tenía como título “Las reformas que impulsan el cambio”.
Pero como estamos rodeados de creyentes firmes que afirman que los gobernantes públicos tienen la mano y la clave de la colocación, ahora entenderán el éxito credencial de aquellas afirmaciones del señor Monago, allá en Mayo del año 11 en que nos invitaba a atender unos segundos en su convencedor spot publicitario dirigido a hacer creer que él podía rebajar los cinco millones de parados e inaugurar la nueva creencia de que en el PP se encontraba la pócima del empleo, la salud y la salvación.
El hoyo se hace más profundo. La ciudadanía cada vez se siente, además, más frustrada a la hora de participar porque constata que no es escuchada ni atendida. A veces, incluso, es despreciada e insultada. A veces incluso sigue creyendo que lo que le conviene son mentiras dulcemente azucaradas. La fosa es profunda y la duda es gorda.
uno de mayo
Goyo