Decidme a quién rogamos

 

 

Cuando los siete pecados capitales se utilizaban para distribuir la maldad entre los humanos, todo estaba previsto, dispuesto y organizado para reaccionar: los míseros pululaban los atrios de las iglesias como para que las beatas encontrasen fácilmente alternativas a los golpes de pecho; los señores se dedicaban a la guerra santificada y,  a los pastores y labriegos se les aparecían vírgenes y ángeles.

Escaso es el valle, la sierra o la peña que no haya sido aprovechada para hacer presencia la señora que acude portando remedio. Si bien es verdad que la mayor facilidad se disponía en soluciones espirituosas, la organización también contaba con personal suficiente para convencer a los desaventurados con una especie de  promesa electoral tan lejana como eterna.

¿ Notáis que haya surgido en este valle de lágrimas alguna aparición virginal que aplaste la tan extendida angustia ?  ¿ Conocéis de algún varón justo, o de mujer sabia, que reparta señales inequívocas de sospechas milagrosas que curan pobrezas, aplacan desprecios o consuelan injusticias ? El sentimiento de castigo sigue preñando para que el futuro siga siéndolo.

A esta peste, que se contagia mentalmente, no quieren darle tratamiento. No son úlceras bubónicas que el contacto pringa, ni miasmas etéreas que el respiro transporta, son embrujos de otro pecado inclasificado que no conoce ni espera exorcismo.

Fijaos que nace allí donde el dinero abunda y contagia de prestado; pero es un robo, es un robo elegante, de diseño ingenioso, donde la culpa mayor se le asigna al mayor inocente y administra la justicia el mayor culpable. Ni siquiera se precisa letra pequeña o término confuso, la verdadera usura radica en convencernos de que los bancos necesitan del público dinero de todos para que el crédito privado llegue a lo público: un infierno terminológico, un descaro argumental, unos hijos.

El caso es que en la mayoría de las ocasiones, las sucursales de crédito y de ahorro ligan su oficio inaugural con una bendición del párroco, sino del obispo, como avisando de que será posible que un buen día, la Virgen de la Caja se presente fulgurante y revele a los clientes los tres secretos que hoy me guardo.

Goyo

29-mayo-2012