Es muy curiosa esta situación. Cientos de expertos desmadejan sus sesos para tratar de encontrar alguna vía certera que reconduzca el bienestar en lo que llamamos Occidente (por cierto, ¿cómo debemos llamar a los que no están ni en Oriente ni en Occidente?). Añadidos a la tropa de expertos, se encuentra la troika política, aberronchada por la ciudadanía y presionada para que ilumine las pistas laborales, también están estudiando. Los sindicatos, heridos de anoxia, malviven en esta anorexia de militancia obrera; pero siguen estudiando con tanto ahínco como los empresarios patrones, que siguen suspendiendo. Parece que a todos les ha afectado la generación ni-ni: ni estudian ni trabajan.
Parte del mundo se dice estudiando cómo «cambiar el modelo productivo«; modelo que, al parecer, se fundamenta en que unos cuantos producen, otros distribuyen y venden, y otros -mucho más avispados- se enriquecen diseñando las rutas que debe tomar el dinero prestado y el dinero cobrado. Es muy hermosa y cautivadora la expresión «cambiar el modelo productivo«; se dice y es como si acabases de dar un trago largo al whisky. Vale; cambiemos el modelo productivo: ¿quiénes pasan a ser ahora los avispados?.
Unos cuantos de miles de personas se han dejado lucir hoy por el sol tierno del medio día; se manifestaban pacíficamente mientras protestaban por la reciente «Reforma Laboral» que parece como diseñada para provocar un cambio en el modelo productivo, de tal calado, que todas las avispas se disponen rabiosas contra los derechos laborales y nadie se atreve a pensar en quiénes serán los nuevos avispados.
Miro a mi alrededor y seguimos siendo los mismos que hace años surcamos las calles con pegatinas, banderas y altavoces: más canosos, más rechonchos. más educados. Nadie ha roto un cristal.
El tumulto de algarabías pasa junto al viejo que reposa plácido sobre el banco. Lo observo y no se inmuta. Me ataca la iniciativa de irle a preguntar sobre lo que piensa del alboroto. No me atrevo. Lo dejo en su bienestar ausente y me imagino que el otro extremo cronológico sigue durmiendo la disfrazada resaca del sábado de Carnaval. Apenas una pandilla de treintañeros se ha sumado a la manifestación. Una de ellas con la máscara de los anónimos. Temerá por su reconocimiento.
Miles de jóvenes duermen plácidos arropándose la intemperie de sus trabajos y de sus estudios; papá y mamá tienen la manta,… por ahora.
Goyo