Nunca he visto un árbol con toga, ni siquiera en esos mágicos cuentos que llegan a la información infantil con la intención de educarlos en buena ciudadanía.
Todo esto lo digo porque se observa que, cada vez con mayor profusión, utilizamos los árboles para reforzar mensajes diversos: en mi pueblo, el Ayuntamiento planta y dedica un árbol a cada personita que viene al mundo; de forma, que al lado donde seguirá creciendo el árbolito se fija una placa con el nombre de la niña o del niño y su fecha de nacimiento. No sé si cuando crezcan a la par el uno se reconocerá en el otro como compañero de viaje o como dominador y propietario… es lo de menos, lo que importa es que vivan tiempo fértil.
Dentro de pocos días, setenta árboles serán sembrados en Villanueva de la Sierra, el pueblo señero que desde hace más de doscientos años dedica un día de fiesta en honor al árbol. Los setenta ejemplares se destinan a rendir tributo a las mujeres asesinadas víctimas de la violencia de género -“pasionalmente”, que se decía antes y que la vieja justicia lo adornaba con atenuación-.
Para la justa vida y la muerte injusta; para cualquier cosa puede servir un árbol plantado con la intención de crecer y ser recordado. Lo que quizá puedan aprovechar las señoras juezas y señores jueces el próximo día que deseen reivindicar Justicia Entera,… hay mucho campo y pocos recuerdos,… que se vistan de hojas o lleven macetas a las nobles mesas donde pesa el martillo.
Hoy se merecen una banderita, las mujeres,… y los árboles,…
Goyo
19-feb-09