Saturnismo

Yo no tendría la mayoría de edad cuando, por primera vez, el alcalde Fermín Manzano recibió la visita de Valentín Gutiérrez que era a la sazón el Gobernador Civil de la provincia de Cáceres, que vino a conocer el negro asfaltado de la calle Larga. Aquella obra era de crucial importancia pues se iniciaba la desaparición del empedrado de las calles del pueblo. El señor gobernador calzaba unos zapatos blancos y marrones, al estilo colonial, que contrastaba con el negro alquitrán. También aquella visita debió servir para certificar la construcción del complejo turístico del Campo de Tiro en los márgenes del pantano recién construido. Entonces yo era pescador que atendía a la teoría y a la práctica del señor Miguel “Cartagena”, así que repetidas situaciones y experiencias las vivimos juntos un mozalbete y un viejo que se resistía a ser anciano.

La zona pedregosa de la margen sur del embalse era siempre la preferida de los que gustábamos capturar black-bass con cucharilla. La cucharilla era para los iniciados un extraño invento y trampa pues nos seguía aparentando raro que una cosa metálica dando vueltas hiciese creer al pez que era un bocado apetitoso. Se daba la circunstancia de que esa zona estaba –y sigue estando- dentro del área donde caían los platos y los vagos de plomo. Así, durante más de medio siglo, la extensa zona de la margen derecha del pantano recibió miles y miles de platos y miles y miles de kilos de plomo. El material cerámico con el que se confeccionan los platos, parece que no es nocivo; pero su pintura sí.

El plomo acumulado en el fondo del pantano provoca y fomenta reacciones químicas en el agua embalsada que pueden ocasionar una enfermedad producida por envenenamiento, enfermedad que afecta a prácticamente todos los sistemas del cuerpo; pero es particularmente perjudicial para el sistema nervioso, La prevención es un componente crucial en el manejo del saturnismo.

En aquellos tiempos nuestra mayor preocupación era la invasión de los márgenes porque los tiros impedían el estar y el tránsito por la orilla de tal forma, que si alguien estaba pescando y se presentaban los “deportistas”, con dos o tres tiros al aire y voces claras, te invitaban a alejarte. Claro, por muchos pinchos que tuvieran las poteras, era inviable enfrentarse a los escopeteros. Para solventar este conflicto, ni tan siquiera el señor Gobernador Civil tenía competencia, según me dijo en presencia del Alcalde, mientras ambas autoridades se daban con el codo; eso es competencia de la Confederación Hidrográfica del Tajo –dijo-. Al poco tiempo, Fermín Manzano, me hizo saber lo inoportuno de mi inocente intervención.

Por cierto, hablando de los márgenes del pantano que decimos “viejo”, otro de los problemas con los que nos encontrábamos los pescadores –y aún persisten- se centran en el margen derecho: cuando el embalse alcanza su capacidad máxima, es imposible transitar por lo que se conoce como “zona de policía” porque hay cercados que invaden las aguas, los muros de piedra se construyeron en zona que debió reservarse como “dominio público hidráulico”-

Pues con el transcurso del tiempo, yo llegué a ser concejal y conocí la ocasión de que un señor de la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT) se personó en el Ayuntamiento para anunciarnos que, entre otras cosas, venía a conocer el recinto vallado del pantano nuevo y el circuito del agua: captación, elevación, tratamiento, almacenamiento, distribución, depuración y vertido final al Arroyo de la Aldea, que es como llaman los de la CHT a Cagancha.

Todo estaba en orden según él, pero mi desordenada preocupación me hizo hacerle ver el extrañísimo caso de nuestra charca que vertía por un lado, que el aliviadero del muro estaba obstruido y fuera de servicio desde finales del siglo XIX, que la salida lateral transcurría bajo tinados y edificaciones, que como la salida habitual de todos los embalses, la nuestra no se utilizaba desde hace más de un siglo y por ende, los propietarios de parcelas, cercados y propiedades rústicas, habían reducido a la expresión mínima el cauce del Arroyo del Lugar y que incluso se había edificado sobre él y que la Charca Vieja y su protección perimetral había desaparecido y se había dificultado su acceso hasta el punto de que se tenía que entrar a gatas para conocer el estado lamentable de su existencia. El hombre no quiso entrar a verla, tampoco quiso darme ánimo, orientación o indicaciones para seguir reivindicando.

En estos días, veo varios y grandes vehículos como el de la foto, que dicen pertenecer a la “Vigilancia del dominio público hidráulico”, dependiendo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, parece que están ocupados en el control de las agua y los lodos del Pantano Viejo y, según dicen los libros que tengo en casa, esos lodos no pueden ser aprovechados para mejorar la condición edafológica de los huertos, pues la contaminación indudable por el plomo puede provocar algo grado de intoxicación en las plantas que crezcan a su amparo.

Todo ello me apetece poner en conocimiento de alguien viejete o jovenzuelo que se atreva a dar a conocer a cualquiera de las personas que vienen en esos coches porque, como habrán concluido por esta corta historia, a mí nunca me hicieron caso.

Otro día les hablaré de mi experiencia con los manantiales, los abrevaderos, los pozos públicos y los pozos de sondeo que se hacen sin declarar.

Goyo

04-dic-23

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