Participo de eventos en los que ocurren otros sub-eventos que, en ocasiones, superan la misma esencia del acontecimiento.
Estábamos en los finales de los reiterativos y poco mordaces discursos del 1 de Mayo, en lo que llamamos en Cáceres «El Bombo», y muy contentos porque después de veinte años de abuso de concentraciones emeritenses, por fin los cacereños y pueblos del norte de Extremadura tuvimos el encuentro cercano.
Encarna, repetía por segunda vez que nos invitaba y esperaba al personal bravío para el 9 de mayo, en la Plaza Grande de la ciudad, a reivindicar de nuevo, que a eso es a lo que nos enseña este gobierno. Y, como de improviso, un tal Pablo se colocó frente al micrófono que tradujo en voz potente e incitadora el siguiente escrache discursivo:
» Aquí tienen abierto el sitio y el micrófono para que alguno de los parlamentarios de Izquierda Unida nos explique cómo se puede venir a esta manifestación y, a la vez, seguir apoyando al gobierno de Monago«.
Casi seguro que fueron esas las palabras y ninguna más. De inmediato, las fuerzas organizativas acudieron al recurrido «compañeros hoy es un día para la unión y no para las diferencias» y otras cositas educadas y de rectitud procesional.
Yo, que sería lento en caso de estar en los berenjenales de la ortodoxia manifestiva, seguro que no hubiera tenido la ocurrencia que allí mismo y al instante se me presentó; yo hubiera capoteado la lidia con otra sencilla y correcta invitación;
» No te preocupes, Pablo; eso lo dejamos para el día 9 de mayo. En la Plaza. Aunque llueva.»
Pero yo no estaba arriba.
Goyo
día dos mayo de este año trece.