Inflacción

Debo mis saberes sobre Economía a Alfred Nobel. Sabéis que el sueco, utilizando sus ganancias millonarias obtenidas por la venta de la nitroglicerina, concibió los premios para reconocer los grandes descubrimientos que se hicieran cada año en beneficio de la humanidad; pero nunca pensó, anunció o decidió que uno de ellos fuese concedido al estudio o a los descubrimientos sobre la Economía. Este premio lo instituyó el Banco de Suecia, no él; ni su familia ni sus herederos han aceptado esta decisión. ¿Cuáles de las teorías económicas galardonadas ha conseguido reducir la pobreza?

Ninguna; pues el motor económico imperante funciona para aumentar la riqueza de las grandes corporaciones del capital y de las finanzas. Ni siquiera las naciones que se declaran amantes de la solidaridad humana participan de los supuestos beneficios de los estudios económicos galardonados.

Ahora rueda por todos los medios y ruedos públicos el problema de la inflación. Para muchos hogares se trata de una situación descontrolada e inasumible muy a pesar de que se haya logrado una subida del salario mínimo.

¿Quién pone el precio a un vaso de vino, a una barra de pan o a una pescadilla?. La respuesta a esta triple pregunta es: el que vende. Y no hay capacidad gubernamental, en ningún país, para evitar los posibles y temidos abusos. El churrero sube el precio de la porra argumentando que el gas, el aceite, la harina, el sueldo de su camarero,… han subido una barbaridad; pero si cada uno de los elementos ha tenido un incremento del 10%, por ejemplo, la consideración de los cuatro elementos no se equilibra subiendo la porra un 40%: antes costaba 30 céntimos y ahora, aplicando “las subidas” y “redondeando”, la tendré que cobrar a 50 céntimos. Esta es la forma de cómo funciona la economía de la calle.

De las muchas, falseadas o inoportunas previsiones que hace la Economía de salón elijo una, la del que dicen que es un prestigioso economista liberal y que se llama Daniel de la Calle. Este estudioso se dedicó a afirmar, urbi et orbi, hace cosa de un año, que nuestra España iba directa al camino de un estado fallido, empobrecido e irrecuperable.

Y añadió: «Habrá entre uno y dos millones de parados por encima de los que resulten de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo. En este escenario, la tasa de paro llegará al 35% de paro y eso con cálculos benignos con los ERTEs. Si se mantiene esta situación, habrá un cese de actividad en 900.000 empresas que no tienen exención de impuestos. Son 900.000 empresas que así no llegarán a 2021. Eso va a llevar a un desempleo enorme en un país en que ya estaba ralentizada la creación de empleo«.

La predicción es tan gruesa y torpe que, por el contrario, España no ha llegado al 35% de paro, sino que cerró 2021 rondando el 14% tras una bajada de récord en el año de casi 800.000 parados. Los datos de los seis primeros meses del año 2022 siguen destruyendo las hipótesis de tan desventurado doctor en Economía.

Asentémonos en la calle, contemplemos cómo se maneja el mundo sencillo en esto de los precios; para ello nada más preciso y precioso que una anécdota vivida en un chiringuito en Islantilla. Pido una copa o caña de cerveza para iniciar la cena y me sirven una copa como a la mitad de llena y le indago como mostrando extrañeza y me responde la camarera que “es que como han subido los precios…”. Pregunto entonces que cuánto valía antes la copa llena y me dice que 1,50 € pero ahora servimos “una cortada”. Sigo preguntando “… ¿y cuánto vale ahora?. Dos euros, -me responde-. ¿Y ustedes han calculado el porcentaje  de subida? ¿A ustedes no les da vergüenza aplicar esta subida tan disparatada? Mi mujer me pisa el pie y la cara de la camarera se turba y no responde.

El premio Nobel P. Samuelson (1915-2009), por ejemplo, la definió así: La Economía es el estudio de la manera en que las sociedades utilizan los recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos.

Lo que desemboco pensando y afirmando que la pretendida “ciencia” económica no pasa de ser una técnica numérica, con apoyatura matemática, que sólo sirve para explicar lo que ha pasado pero no para prevenir que ocurrirá lo mismo repitiendo las mismas circunstancias. Así, la sabiduría economicista es capaz de distribuir catorce peces y tres panes de forma que tan solo una persona pueda ser la propietaria.

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