Historia de una escalera.

escaleras

Compadezco al ciudadano Rajoy; yo también rocé la parte patria de la mili y sigo pensando en el coñazo del desfile; sobre todo por el rito que trata de imponer la extrema derecha. Al contrario, no compadezco al señor Aznar, que no hizo la mili, ni es objeto de repudio de la extrema derecha.

Ya saben ustedes que nuestra raza se alimenta de ritos y uno ha de asistir a los desfiles que el oficio impone.
A mí, el vicio me impone ponerme en lugar del otro, eso que se llama empatía… y creo que eso de volver a limpiar escaleras limpias tienen la misma condición intelectual que revolver mugre con trapos sucios. Pero ya ven, son nuestras pobres condiciones.

En la mili, me dijeron los experimentados veteranos que iba a tener tiempo para muchas cosas, y me llevé un libro de Maurois (un tal André Maurois) que nunca pude leer mientras imperaba el kaki; ese color ha de funcionar como las interminables escaleras que hay que volver a limpiar: como las naranjas fuera de sazón. Por curiosidad, ¿ habéis probado las naranjas de esta temporada?, diríase que le falta un toque Vuitton o un cante Franck Muller.

Entiendo muy bien lo que pasa; pero apenas entiendo por qué dejamos que pasen así las cosas. En nuestra cultura política, un Secretario General de un partido puede ser persona totalmente distinta a otra persona que es del mismo partido y dirige un gobierno; cuando existe esta clara distinción, se aclara menos con el nocivo término de «bicefalia», que al juicio de algunos produce migrañas crónicas. Puede ser verdad, por eso no entiendo cómo y por qué un Presidente de un Gobierno quiera apartar a un Secretario General de su Partido. Alguien sigue confundiendo la argamasa con el mortero.

Sin tener en cuenta esto, hoy le he estado explicando a mis alumnos que los humanos reaccionamos ante una duda, o bien mostrando interés por resolverla, o bien evadiéndose. Para algunos de mis alumnos, trabajar para aprender es un coñazo y prefieren la indiferencia como método resolutivo. para tal menester tenemos el consejo que André Maurois dejó escrito: «Todo deseo estancado es un veneno».

Goyo
13-oct-09

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