Parece que la palabra sigue siendo una de las herramientas que nos facilita la comunicación. Digo parece, porque las personas que buscan sensatez en lo que oyen y desean seguir aprendiendo de quienes se fían encuentran hoy problemas más complejos que los que hemos vivido hace una década.
Si bien es verdad que los idiomas se erosionan con el uso, también es cierto que se rejuvenecen con las nuevas necesidades y se recrecen con las adaptaciones.
Hoy, por ejemplo, la palabra «rescate» tiene tal ajetreo, que me temo que terminará gripando sus últimos rodamientos. Ya está muy lejos la idea salvadora, liberadora de una situación donde la voluntad del secuestrador aprisionaba cuerpo y espíritu.
Ahora resulta que la inmensidad de los negocios bancarios tienen como capital -en lugar de billetes o plata- ladrillos o sitios donde poner ladrillos. Extraña muestra de riqueza que ya no puede ser cambiada por ese prodigioso papel que llamamos billete. Y mira que la cuenta estaba clara; fue en 2008 cuando anuncié que los cálculos afirmaban que, de seguir el ritmo constructivo de la época, allá por el 2013 tendríamos -teóricamente- en nuestra España, tantas casas como personas. Aquello requería un freno administrado tanto por los gobiernos como por los prestamistas.
Ya estamos atiborrados de chalecitos, urbanizaciones y promociones que llenan los despachos de los abogados, de los ayuntamientos, de las familias y de los bancos. Prisioneros, pobres y sin que nadie sepa dónde están los billetes, algunas administraciones y algunos bancos carecen de eso que llaman liquidez, de pasta corriente, de dinero contante y sonante.
Y aparecen entonces nuestros compadres europeos facilitando lo que -según cálculos espesos y oscuros- podrá ser la salvación, o rescate, o ajuste, o recobro, o garantía, o ayuda, o redimo, o auxilio,… y si quieren seguir jugando podrán llegar a encontrar el término que mejor concuerde con sus ganas de entender la cosa.
Nuestro gobierno está tan empleado en la búsqueda, que ya ha levantado la copa como si de un triunfo se tratase, a la vez que tiene como encargo encontrar la feliz expresión que descontamine el asunto del vocablo que entre todos excelsamente construimos: trampa.
Goyo
11-jun-12