Ya avisé que me era imposible llegar al comienzo del acto, que lo haría como a las doce. Me dijeron que me guardaban sitio y un tiempito corto para dirigirme al público. El público era mezcla abundante de infancia y adolescencia, protegidos por las familias y atesorado por sus profesores. Procedían de varios colegios de la ciudad y abarrotaban en exceso el Auditorio de Cáceres; así que me avisaron que no podía ya entrar porque ya habían entrado más de cincuenta personas del aforo reglamentado. Y en ese momento se presenta una pareja con sus entradas en la mano -yo no tenía entrada- y también el vigilante, y el encargado mayor que les dice que no, que tampoco. Y entonces llega Chema, el organizador, y me dice que pase, y entonces vuelven a decir que no, y que la pareja razonable advierte que si paso yo, pasan ellos. Así que me muto y asiento en las razones de todos.
El convenio se resuelve de forma que tras la entrada de los tres tardones, se cierran definitivamente las puertas.
Más de mil ochocientas personas ofrecen calor al recinto -que está frío de enero porque dice el encargado mayor que los calentadores se pueden calentar y quemarse los niños- juegan al teatro, aplauden según los ritos, palmean canciones con Pepe Extremadura, experimentan raras visiones de actrices en sillas de ruedas y se acercan a los poemas. Se ha reunido para recabar conciencia, dinerillos y alimentos contra el Hambre, a razón de dos euros y dos ganas por persona.
Yo les implanto la oferta de que han de soñar esta noche -de este buen día- para que entre todos encontremos un arreglo a este desconcierto que los adultos hemos provocado, que quizá los niños no deban hacernos caso, que convendrá preguntar a sus bisabuelos -los que los tengan- que qué era aquello del hambre y que tienen la suerte de estar en la época de la vida donde el almacén de la memoria tiene mayor capacidad. Que utilicen lo que ven, lo que oyen y lo que se pregunten.
A la misma hora, a menos de medio kilómetro, algún centenar de cacereños sigue la visita de la Duquesa de Alba; se pasea por las calles de la Ciudad Monumental arropada de autoridades, periodistas, grabadoras, cámaras, preguntas y otras pautas obedientes, risueñas y halagadoras.
En el día de hoy, la noble prensa expone los espacios y las noticias que su tiempo de ayer ocupó: mucha infancia estuvo encerrada en el frío para que haya menos hambre: conviene silenciarlo; la duquesa lució al sol para que las hojas de la prensa sigan amarilla.
Goyo
31-ene-12