El viejo maestro

Viejashistorias

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Pues esta historia se la escuché contar a un niño. El niño debía ser bastante despabilado porque le dejaron el micrófono de una emisora de radio para que, al contarla, pudiese escucharla mucha gente desde muy lejos.

Un maestro y su discípulo pararon un ratito en el camino para descansar. Los dos explicaban, a quienes se interesaban por el saber, los rincones del pensamiento, las luces de la astucia y la sencillez del agua.

–Yo creo que debes acercarte al pueblo a por una cantarilla de agua. Yo estoy algo cansado y me apetece la sombra de aquel olivo. Tú bajas al pueblo, que allí habrá una fuente y cuando hayas bebido hasta saciar, lavas la cantarilla, la llenas de agua y regresas; que yo te espero sentado -dijo el maestro-

El obediente discípulo se dispuso al mandado y llegó pronto al pueblo, y preguntó si allí había una fuente y si de ella podía cogerse agua. Y los amables vecinos le informaron que, además, el agua de su fuente tenía condiciones tan diversas y maravillosas que no podría olvidar una vez que cualquiera persona la hubiera degustado.

Siguiendo las indicaciones, llegó a sus cercanías y, en sus proximidades ya se percibía que el alegre vecindario disfrutaba de la fuente y de las conversaciones que allí llegaban y se repartían.

Entre las personas que llenaban sus cántaros, el discípulo vio a una joven de bella mirada, de cara serena y acogedora, de figura elegante y educada y de gestos amables. Y ella, respondió con el silencio cómplice del amor que nace a la primera impresión sin necesidad de palabras.

Así que bien pronto se casaron, y pronto tuvieron hijos y su vida en el pueblo se extendió con los años, y sus hijos crecieron y algunos se fueron a vivir a otros pueblos y conocieron a sus nietos y vieron morir a los padres de ella y el discípulo también pudo conocer la triste muerte de su esposa, ya viejecita como deja el paso del tiempo a las personas.

Entonces el discípulo pensó que quizá sería bueno regresar a la sombra del olivo donde dejó a su maestro; pues las tareas importantes de la vida ya las había cumplido. Tomó la cantarilla, paso por la fuente para llenarla e inició el camino de vuelta.

Al llegar al lugar donde había dejado a su maestro, éste le saludó diciéndole:

–Pues ya estaba empezando a preocuparme.

Goyo
19-ene-11
Una banderita para los maestros con paciencia.
Bande

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