Yo iba dirección a la escuela. Tempranito, que me gusta acicalar bien el aula para cuando la peña llega. Pero he aquí que a esa hora mañanera, otro sabio más madrugador ya había segado las hierbas. Vi el carro como a eso de un kilómetro y en pocos segundos se fugó por el camino que recorre contrario a la carretera que me lleva a Cáceres. Pienso entonces como a noventa por hora y, al llegar a la rotonda, doy una larga cambiada y desando el trayecto para perseguir al carro.
Apenas habría andado el carro unos doscientos metros, así que me daba tiempo de llegar de nuevo al pueblo y enfilo en camino, que es la Real Cañada Socriana Occidental, y me voy a su encuentro. Paro y hago la foto que muestra la venida.
Le pregunto para más certeza: ¿Le hago a usted una foto?. Y levanta los dos brazos por si no fuera suficiente encogerse de hombros y decirme sí con la cabeza. Entonces dice: «so«. Así de seco y de potente suena la orden en la mañana y se paran los cuatro como si la foto fuese lo único que habría que seguir haciendo.
Se fijan los dos lebreles al suelo, a la vez. A la misma vez se para el mulo. También a la vez se queda quieto «El Vaca» para que el fotógrafo no tiemble. Así es el momento.
Después nos vamos todos, unos hacia el norte; el otro hacia el sur.
Pues muy bien, ¿y qué creen ustedes que se puede aprender con este caso?
Goyo
31-may-10