El olor a imprenta

Entre tintas, disolventes, aceites y resmas se construía un olor que, al salir por el ventanuco, la calle Ríos Verdes anunciaba que la imprenta estaba funcionando ya a tope. Quizá fuesen los recordatorios de las primeras comuniones, quizá las felcitaciones de boda,… pero es estas mañanas calurosas de final de curso, los estudiantes percibíamos que ya se estaba preparando parte de las tareas de septiembre.

Este Junio también huele a imprenta de Septiembre muy a pesar de las novísimas tecnológicas. Ahora estamos los animadores del aprendizaje infantil decidiendo sobre qué libros de texto y de contexto deberán comprar los chiquillos para el quince de Septiembre. Yo no lo tengo oscuro: todos me gustan, cada vez el esmero triunfa en las librerías infantiles de tal forma, que las excepciones marranas se perciben desde lejos. En fin, que andan los “comerciales” de las editoriales afinando razonamientos, novedades y argumentos para que decidamos por lo mejor. Sabéis que “lo mejor” muchas veces viene acompañado por “el detalle” que acompaña a la decisión; no llega ni a la sombra de un buen traje, ni por eso se declaran quererte un montón, pero persiste el mal vicio de asociar a la venta digna “el detalle” que la puede decorar de indigna.

Pues eso. ¿No saben cuál es el ofrecimiento discreto y usual que presentan las editoriales para ablandar la decisión?

Exactamente,… el mismo elemento que provocará su radical ajuste a corto plazo.

Goyo

02-jun-09

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