Digno del oeste

 

trendigno

 

Lo atractivo de la Geografía es el disfrute inasible que los territorios dan al hombre, las concesiones que presta a las aventuras del hombre en la tierra. Nosotros pertenecemos a la cultura y civilización mediterránea, que se precia por la diversidad y varianza de las gentes de las riveras del gran mare nostrum. Las gentes del norte del Mediterráneo presentan unas formas de vida y unos fondos de valores que se diferencian de los valores y de las vidas de las personas que habitan las costas del sur. Lo de arriba se llama Europa y lo de abajo, no. Lo de abajo se llama África, lo de arriba, no.

Aquí, en el oeste europeo, también hay arriba y abajo; desde bien chiquitito las profesoras y los profesores nos hacían viajar y cargar con las diferencias: El llamado País Vasco era industrial y las tierras extremeñas ricas en ganadería y agricultura. Cataluña era comercial y Andalucía alegre y turística; pero los dineros, curiosamente, rodaban mejor cuesta arriba. Diferencia acusada también se establecía entre el rico Levante y humilde Poniente. Conclusión: la Geografía nunca nos premió.

Resulta que en el Nuevo Mundo parece que se reprodujo el modelo geográfico para implantarse cómodamente y, a lo que hoy me interesa acudir como ejemplo, el despertar americano no inició el auge hasta que las tierras del salvaje oeste fueron invadidas por el ferrocarril. Aunque para ello, tuvieron que suprimirse culturas y costumbres asentadas, que el tren sustituía e inyectaba en su avance hacia la costa del Pacífico.

Quizá porque nuestros políticos saben esto, se han unido al Presidente Vara y, sobre suelo de cristal de una de las dependencias nobles de la Asamblea de Extremadura -bajo el cristal hay restos romanos- han compuesto una mesa unitaria y unificada que pide para nuestra región un “tren digno”. La foto del acto tiene su gracia porque parece que ninguno de ellos tiene los pies el suelo.

Yo hubiera aprovechado la coalición política para pedir a tan lejana Europa que componga un tránsito ágil entre las dos capitales de los dos países del oeste europeo a través de una línea férrea europea. Y como no existe el eje Madrid-Lisboa y nuestra región no parece dispuesta a doblar grandes voluntades, me entra la duda de si nuestro oeste se encuentra ya domesticado sin haber llegado al Atlántico.

 

Goyo

31-may-16

Veinte veces más

 

glifosato

 

De nuevo el Tajo me lleva a Portugal. Diseño el viaje para disfrutar del sol y de la hierba de la solana de la Sierra de la Estrella, que está prontito. Nuestras carreteras extremeñas presentan estos días una apariencia de contraste gradual hacia la vida; del negro funerario del asfalto se pasa al marrón muerto de las cunetas que se vuelve a distinguir del verde intenso de los campos.

La apariencia de los paisajes me sigue dando razones y dudas; mirando la piel de las tierras, nada me indica que cambiamos de territorio. Eso sí, aunque ya no hay aduanas, se duplican los carteles informativos de que dejas una tierra que de llama Extremadura y entras en otra propiedad que se llama Portugal. Escudriñando los colores, los arbustos, las peñas, los pájaros,… nada me parece distintivo ni en dos kilómetros, ni en trece kilómetros ni en cuarenta y cinco kilómetros. Aunque los márgenes de las carreteras portuguesas han cambiado.

Os decía que los márgenes de nuestras carreteras se muestran como dos gruesas franjas de vegetación muerta por uso de herbicida para tratar de reducir el riesgo de incendios en este verano que se nos aproxima. Sin embargo, en las carreteras portuguesas, sus márgenes presentan en estos días un suelo cubierto de hierba cortada a estilo campo de golf. Incluso se respetan los pequeños arbolitos que de vez en cuando nacen. Patrullas de obreros con desbrozadoras limpian los bordes de las carreteras de lo que decimos que son malas hierbas.

Y se llega al hotelito, y lo primero que se hace es poner la tele por eso de que te acompañen ya los sonidos vecinos y familiares. Son dos mujeres vestidas con bata blanca y rodeadas de mesas, frascos y tubitos de ensayo, que nos dicen que los últimos estudios que se han hecho en Portugal midiendo la huella del glifosato, indican que muchos suelos portugueses almacenan ya más de veinte veces los niveles que se han detectado en Alemania o en Suiza, y que la prohibición es inminente en toda Europa porque ese herbicida es potencialmente cancerígeno.

El lunes de regreso es festivo en España pero los desbrozadores lusos siguen con su faena; vuelves a sentir la incomprensión de los cambios pese a que los paisajes siguen siendo los mismos. La duda palpita porque desconozco qué niveles de contaminación por glifosato nos acompañan.

 

Goyo

27-may-16