El herrador

 

 

 

Cascoca

 

Herrar es proteger con hierro. Ajustar una herradura al casco de un caballo requiere primero observar detenidamente su forma, detectar zonas de desgaste de la muralla -o de crecimiento excesivo- acomodar la curva de la herradura al casco y clavar con esmerado tino los seis clavos. Marcelino decía que es un oficio que nunca se acaba de aprender, que aunque por edad te fallen las fuerzas para usar el pujavante y la tenaza, te encuentras desafíos que fomentan el éxito de otra experiencia que de nuevo se almacena. Las personas amantes del mundo del caballo reconocen la trascendencia de un herraje correcto; incluso ahora que las bestias no están sometidas al trajín diario ni a los rigores del trabajo campesino. Ahora un caballo es más una mascota a la que se cuida con elaborada técnica.

 

Un cirujano gana en prestigio conforme avanza su edad y se actualiza con las nuevas técnicas quirúrgicas. Un músico amplifica su fama con el paso de los años si no para de ejecutar lo clásico y de atreverse con las nuevas tendencias. Supongo que cosa parecida le ocurre a un inspector de policía, casi lo mismo debe pasarle a un buen albañil, a una excelente peluquera o a una extraordinaria comadrona. Y a un juez, y a un cocinero, y a una economista, y a una taxista.

 

Parece entonces que esta sociedad no desprecia el principio de valor que permite acumular buena profesionalidad con el mero ejercicio de las faenas rutinarias; cuanto más si a ello se le añade iniciativas novedosas, respuestas nuevas y cúmulo de experiencias exitosas. Todo esto ocurre incluso a medida que pasan los años.

 

No obstante en la ocupación destinada a organizar la vida compleja de la sociedad, en las tareas que conducen al gobierno de las gentes, impera la idea de que una persona no puede/no debe seguir más de ocho años; que tras ese periodo debe abandonar la actividad política muy a pesar que haya podido acumular experiencia de gestión; que debe dedicarse a otro oficio, a su oficio,…porque se corre el riesgo de entender que la Política no requiere de oficiales. Con meros aprendices nos valemos, ah!… y que sean jóvenes.

 

Los romanos, que en sus buenos tiempos funcionaron bien, preferían a los viejos para el Senado; los iberos, que ahora no tienen buenos tiempos, desdeñan la Política. ¿Estaban locos los romanos?

Goyo

21-04-15

 

Navegar

 

Naumaquia

 

 

Asisto al encuentro en el que nos preocupamos por el uso futuro de las aguas del pantano de Alcántara. Esencialmente, la puesta en valor de este intento, está recogida en un primer borrador auspiciado por los Grupos de Acción Local Ademe, Tagus y Adesval, bajo la animación estudiosa de la empresa GEA-FGN que presenta el proceso de recogida de datos y primeras propuestas. Se trata de traducir la gran mancha de agua embalsada en un recurso ambiental, de ocio, de deporte y de turismo; en una nueva fuente de riqueza que anime el futuro social de la penillanura cacereña.

Aguas hay para el invento, porque se ha cuajado con una exquisita y diversa participación en la que conviven informes técnicos, entrevistas, documentación social, reuniones sectoriales, mesas de expertos,… y una actitud radicalmente educada y valiente. Falta conocer la ausencia inexplicable de la Confederación Hidrográfica del Tajo: no sabemos si no sabe, ni contesta para que sepamos algo.

Como cosa de la modernidad imperante, todos coincidimos en que se necesita algo de dinero para que esta percepción social y pública traduzca sus intereses; pero es la percepción privada la que tiene el capital. Ya saben ustedes que algunos de estos dineros proceden de fondos europeos y, conociendo las limitaciones de los hombres de negro dedicadas a la protección de la población rural, bien que echo en falta prospección financiera. Mucho más se echa de menos aquel espíritu de ayuda al desarrollo anunciado por cualquiera de las entidades bancarias hace apenas cinco años.

Alcántara

J.B. Antonelli, antes de que acabara el siglo XVI concibió la unión de Toledo con el Atlántico, es decir el funcionamiento del eje fluvial Madrid-Lisboa, pero su principal oposición no provino de la corte de Felipe II, sino de las concepciones de los propietarios de molinos y aceñas que consideraban que ello les perjudicaría. Han de pasar casi tres siglos para que los pueblos ribereños se convenzan de que la navegación les beneficiaría más que sus instalaciones hidráulicas; Juan de Villanueva, Arquitecto Mayor de Carlos IV, denuncia la incuria y desidia de esta aspiración.

Ahora, un tema que secularmente ha presentado poco atractivo, vuelve a removerse. ¿Ustedes creen que la duda de esta semana podrá navegar en aguas tranquilas de Iberdrola?

Goyo

15-abr-15