Los que adolecen

adolece

Como si fuese ese anticiclón que hace dos meses invade la razón seca, las decisiones de muchos gobernantes parecen dispuestas como para contentar a extraños a base de cabrear a propios; con lo que eso lleva de pecado capital: los votantes pueden pasar a ser ilusos avergonzados.

El pasado decinueve, domingo, nuestra ciudad cacereña acogió a unas cinco mil personas que se manifestaron contra la Reforma Laboral; ya saben, allí estaba el grueso laboral maduro, que la parte juvenil se ocupó de restañar en la camita la resaca del sábado de Carnaval.

Todo se achica, se reduce, y minimiza; lo que provoca parabienes y piropos de gente extraña pero al parecer muy influyente. Para algunos, los cortes y amputaciones administradas al sistema educativo son una buena solución, pues facilita sobremanera la proliferación de imbéciles anodinos, siempre más fáciles de persuadir, y así podrán fácilmente dejar de ser ilusos avergonzados.

La revuelta valenciana denominada “primaveral”, en realidad nace con una tenue e inocente protesta de un estudiante que eleva a la red a sus colegas de aula arropados con mantas porque en el instituto le han dicho que el gobierno competente no compra más combustible para la calefacción; vamos que su origen es puramente invernal, de cosa cruda, nada de ternuras primaverales. Dicen los psicólogos que es en esa edad -en la adolescencia- cuando mejor despiertan los intereses sociales y las tendencias altruístas de auténtico compromiso por la ayuda hacia otras personas. Debe serverdad, la silente y absolutísima mayoría de jóvenes de la llamada generación “ni-ni” quedaron dormitando la mañana.

Los niños manchegos ya nacen adoleciendo de la clásica pueba del talón, así aprenderán, junto con su entorno familiar, que los laboratorios de análisis celebrarán bien pronto la llegada tumultuosa de padres y madres asustados y asustadas.

La adolescencia valenciana ha dado un paso irreversible porque a ella se ha añadido la juventud, la madurez y la vejez, los enseñantes con deseo de educar y los estudiantes con ánimos de saber. A nosotros nos queda saber si eso de la adolescencia primaveral será contagioso.

Goyo
26-feb-12

Valencia. Poema para un adolescente.

Valencia
(Capacidad de un elemento para combinarse con otro)

Buscan una calle
rebosante de mandarinas,
donde las profesoras muestren las luces
y los profesores empujen al saber…

Pero se han encontrado
policías azules,
con cascos duros como fierros
y trajes planchados.

Algunas gotas de sangre roja
calientan el asfalto;
mientras,
los radiadores confirman el frío
que ha incendiado la respuesta al asco.

Goyo
21-feb-12

Los mismos

Es muy curiosa esta situación. Cientos de expertos desmadejan sus sesos para tratar de encontrar alguna vía certera que reconduzca el bienestar en lo que llamamos Occidente (por cierto, ¿cómo debemos llamar a los que no están ni en Oriente ni en Occidente?). Añadidos a la tropa de expertos, se encuentra la troika política, aberronchada por la ciudadanía y presionada para que ilumine las pistas laborales, también están estudiando. Los sindicatos, heridos de anoxia, malviven en esta anorexia de militancia obrera; pero siguen estudiando con tanto ahínco como los empresarios patrones, que siguen suspendiendo. Parece que a todos les ha afectado la generación ni-ni: ni estudian ni trabajan.

Parte del mundo se dice estudiando cómo «cambiar el modelo productivo«; modelo que, al parecer, se fundamenta en que unos cuantos producen, otros distribuyen y venden, y otros -mucho más avispados- se enriquecen diseñando las rutas que debe tomar el dinero prestado y el dinero cobrado. Es muy hermosa y cautivadora la expresión «cambiar el modelo productivo«; se dice y es como si acabases de dar un trago largo al whisky. Vale; cambiemos el modelo productivo: ¿quiénes pasan a ser ahora los avispados?.

Unos cuantos de miles de personas se han dejado lucir hoy por el sol tierno del medio día; se manifestaban pacíficamente mientras protestaban por la reciente «Reforma Laboral» que parece como diseñada para provocar un cambio en el modelo productivo, de tal calado, que todas las avispas se disponen rabiosas contra los derechos laborales y nadie se atreve a pensar en quiénes serán los nuevos avispados.

Miro a mi alrededor y seguimos siendo los mismos que hace años surcamos las calles con pegatinas, banderas y altavoces: más canosos, más rechonchos. más educados. Nadie ha roto un cristal.

El tumulto de algarabías pasa junto al viejo que reposa plácido sobre el banco. Lo observo y no se inmuta. Me ataca la iniciativa de irle a preguntar sobre lo que piensa del alboroto. No me atrevo. Lo dejo en su bienestar ausente y me imagino que el otro extremo cronológico sigue durmiendo la disfrazada resaca del sábado de Carnaval. Apenas una pandilla de treintañeros se ha sumado a la manifestación. Una de ellas con la máscara de los anónimos. Temerá por su reconocimiento.

Viejo

Miles de jóvenes duermen plácidos arropándose la intemperie de sus trabajos y de sus estudios; papá y mamá tienen la manta,… por ahora.

Goyo

Acrópolis

Partenón1

No temáis, no es la foto de la mala piedra griega, la imagen o la semejanza de la derruida ciudad que está en lo alto, desde donde se invitaba a los dioses a sentirse casi humanos para que los hombres pudiéramos llegar al Olimpo.

Esta noche fría me ha mostrado la oportunidad de recoger esta imagen para la reflexión; es la foto de una moderna carpa que el Ayuntamiento de mi pueblo ha instalado en la plaza del ferial para regocijo y protección de las fiestas de Carnaval.

En el frío negro de esta noche, alumbrado por el blanco frío del plástico y la luz, me lleva como al edificio más emblemático de la Acrópolis ateniense: el Partenón.

Sé que es un mensaje plastificado, soportado con columnas a las que el cinturón da estrecheces para olvidar la oronda cintura de Ángela. Entra y sale el aire, la luz y la ausencia por donde quieran apetecer. Puede soportar cualquiera de las promesas que las masas serviles recojan con fe tuerta; después se cerrará para la fiesta, las comparsas, los disfraces,… algo menos de frío, algo más de olvido, algo mucho de gilipollez social que sigue alimentando este seca invierno de herencias y desheredados.

Ya veis, sin buscar retorcidas patrañas, hemos compuesto un ánimo griego para despedir a la carne; iniciamos otra cuarentena.

Partenon

No nos indignemos, nos basta con seguir siendo torpes.

Goyo
17-feb-12

Un mártir para la primavera

suicidio

No hay trabajo. No llueve. Hace frío antiguo. No veo carcajadas. No veo billetes de cien euros,… Todo es a distancia; hasta el Santo Padre ha encargado una especie de curso a distancia para prevenir, alejar o curar eso de la “pede”; el curso podrá hacerse por Internet, porque allí, en ese profano sitio, también se buscan los billetes de quinientos, las risas, los calores, las aguas y el empleo. Todo está distante, o así al menos nos lo presentan, así que el título de la duda de esta semana parece hasta mal puesto.

En estos tiempos, el año pasado el litoral sur mediterráneo padecía un incendio social que a todos se nos presentaba imprevisible, que no sabíamos qué veríamos al verano; y pasó el verano y la guerra, y llegó el otoño y los nuevos gobiernos, que afectaron tanto al sur como al norte de ese mar tan nuestro y distante. Y los vendedores sencillos siguieron buscanso empleos, billetes simples y sonrisas de la gente de al lado.

La revolución entonces fue sembrada por un vendedor de verduras llamado Muhammad Bouazizi, que se roció de combustible y se prendió conscientemente. Cuando Bouazizi se quemó así mismo, -con todo lo que duele- prendió fuego a la primavera revoltosa del sur de nuestro mar; el norte del Mediterráneo, tan culto, tan clásico, tan clavado en la Filosofía Griega y en el Derecho Romano, permanece igual de sujeto a los caprichos de los directores del cambio de verduras por perras chicas. Lo que pasa es que aquí nos gustan más las hamburguesas con champán.

Todo el trabajo está distante y todas las aguas son lejanas. Los jóvenes despiertos dejan este muermo y navegan hacia la distancia de otros países sin Mediterráneo: nos han quemado el mar.

En esta península, el prometedor heredero de la herencia ahora nos dice que nos esperan dos años de pie, de quietud, de agacharse, de estarse quieto aunque duela,… así que lo mismo estamos esperando un mártir griego, o napolitano, o portuñol,… que nos despierte de esta anoxia tan bien diseñada.

Falta un mes aún; el tiempo no está lloveó, los santos siguen sin salir, por eso ya se me ha presentado la duda de si este año tendremos primavera.

Goyo
14-feb-12