Ciudad digital

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Nos vemos en Huesca, que suena a campana.

Lo digo porque el otro día, un corto animado sobre clavos, transmitía el mensaje de que «sólo aquel clavo de sobresale es el que se machaca«; el pobre y brillante clavo de la historia tenía en sus cercanías tres otros con la cabeza prácticamente hundida, pero los ojos y los oídos le permitían ver el alrededor. Cuando venía el martillo, simplemente mostraban la herrumbre y la obediencia. El reluciente, se espigó para señalarse en desafío comunicativo. El martillo la tomó con él y lo introdujo con certeza y poderío a los adentros de la tabla. Los otros tres siguieron -eso sí, un poquito más oxidados- disfrutando del paso embrutecido del martillo.

«Ciudad Digital» , que tiene este vínculo (http://www.jornadasciudaddigital.com/) es una apuesta para afilar cabezar y asentarlas, no para hacerlas clavar; es el reconocimiento de un colectivo político organizado, el PSOE, hacia las nuevas formas de ejercer la influencia y el traslado de las ideas que ayuda a que las gestiones de los gobiernos sean cada vez más humanas. En eso creo, para eso apuesto, por ello voy.

«Civitas digitalis» que dirían los melancólicos del clasisicismo, debería ser un montón de casas ordenadas en hilera que necesitan, de vez en cuando, una plaza donde descansar, vender o confluir.

Pero no nos quedemos en el deshilachado concepto moderno de ciudad; Internet vale porque los pueblos pequeños, los villorrios, las aldeas,… son capaces de salir y sobresalir en información sin dejar de atender al conocimiento cercano del vecindario.

Ciudad digital para pueblos alfabetos.

Goyo

26-feb-07.

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Brevíssimo porcentual

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Llevamos más de 20 años predicando eso del 0,7% y no siempre somos capaces de cumplirlo. Para este sacro número, ¿no hay revisión en función del IPC?.

Lo mismo así, incumpliendo el nuevo, cumpliríamos el viejo.

Goyo

20-feb-07

Sandra

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Ya digo que no me gusta viajar a Madrid sino es porque el viaje de regreso me alegra el alma. Un tren corto de dos vagones y largo como cuatro horas, deja a Madrid encendido de luces. Tomo asiento para aprovechar tanto tiempo de rodaje y, a mi lado, también toma asiento una delgada y vivaracha joven que apenas nota que estamos en invierno aún; tiene una camiseta que deja ver los largos brazos, el izquierdo se me presenta decorado a lo Eminem.

Los dos parecemos decididos a seguir con nuestros papeles y deberes del camino; yo saco los míos mientras miro de reojo discreto los suyos: trabaja una larga lección de Inglés y se ayuda del pocket de Larousse.

No hablo. No habla. Un largo silencio lo aprovecho para dar el punto de organización que requiere la apuesta del asunto que daré pronto a conocer desde estos papeles.

Cuando el tren anuncia que va a parar en Plasencia, percibo que la compañía comienza a recomponer el equipaje y, de reojo, me doy cuenta que está escribiendo con agilidad una nota que arranca de su libretita y me la ofrece: Aparece un nombre y, debajo, un número de nueve letras.

La joven se me dirige con un sabia mezcla de indagación segura » ...usted se dedica a eso del Medio Ambiente …» y es entonces cuando utilizo mi peculiar originalidad para preguntarle que qué estudia -además de Inglés- y me dice que Música, y entonces me creo la imagen de los brazos largos y el chello, que podría ser el instrumento; pero no, le pregunto que qué instrumento y me dice que el «ordenador«, que hace música con el ordenador.

Ya se está levantado y asiento yo con la cabeza, que ahora podríamos comentar mis historias y las de mis alumnos con las músicas no comerciales para que así escuchen alguna vez las chirimías del desierto del Thar, los cánticos polifónicos de la cultura corsa o la triste saudade de Madredeus.

Seguro que Sandra me enviará muestra precisa de su Música para que en mi clase, cuando el trabajo no requiera demasiada concentración, escuchemos la nueva y desconocida música que se hace en Madrid desde Plasencia.

Goyo

18-feb-07

El hombre del establo

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Todas las obras y consecuencias del conocimiento humano deben gozar de libertad; no debieran estar sujetas sino al ejercicio de la voluntad y a la propia capacidad de aprender: si lo quiero, me aprendo la tabla de los lantánidos; si lo puedo, analizo los postulados filosóficos del Círculo de Viena.

Las ideas, entonces, adquieren su condición y esencia en cuanto alcanzan la posibilidad de ser trasladadas a otras mentes, compartidas por otras opiniones, conocidas como algo nuevo y añadible,… una idea intransmisible no existe como tal y toda idea lo es porque adquiere su condición de transmisividad.

Decimos con reposado desparpajo que estamos entrando en la Sociedad de la Información, a la que vamos a llegar a base de agradables empujones de la imaginación y de soportados tropezones con la creatividad; pero el «copiar» y el «pegar» ya lo utilizó simple y universalmente Guttemberg; Gates no es más que un millonario con un código esclavo. A Willian Henry Gates III, alias Bill Gates, parece pasarle como las ricachonas damas de la intemperie franquista: aún le queda algo de piedad con la que ejercitar miseridordia a través de uan fundación… sin soltar al esclavo, que es tan misterioso que incluso se llama «código fuente».     Â

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Por eso, por nuestra condición de humanos que aspiramos a educarnos en grupos complejos, nos agrada la figura y los principios de Richard Stallman (Ricardo el del establo) que dice y practica la creencia de que compartir el conocimiento no es ya solo una debilidad que alimenta el chismorreo; compartir el conocimiento es un deber moral.

Y va Ibarra y le da el premio, que es también lo que sabemos hacer: compartir agradecimientos.Â

Goyo
11-feb-07Â

Una luz por África

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Abajo en los mapas, lista como para ser pisoteada, colocan los geógrafos, los dibujantes y los maestros a la negra y compacta tierra africana. Por encima, nos colocamos nosotros y nuestra sabiduría y nuestra organización. Y dicen nuestros sabios que los primeros homínidos salieron de allí para ir colonizando como especie la inmensidad de los campos. También de los campos europeos. Es curioso, nunca le hemos dado las gracias por la traída de las viejas tecnologías: el fuego, los ritos, la música, la cabaña,…

Creo que la vergüenza mayor la produjimos hace poco más de un siglo cuando las poderosas naciones europeas se repartieron tanto y también el continente africano, que hubo un tiempo largo en que no existió nación africana con dueños africanos; en 1879, el 90% del territorio todavía estaba gobernado por africanos, la proporción se había invertido en el año 1900, tan solo once años más tarde. Por ello, algunas naciones cuantiplicaron su PIB.

Aún están esperando alguna explicación de esa otra mala memoria histórica. En 1980, hace ya la tardanza de cinco quinquenios, apareció como glorioso y mágico el numerito del 0,7% destinado a los países ricos en pobreza por los países pobres en justicia; esta ridícula asistencia fue acordada cuan migajita del total del producto interior bruto en la 34 sesión de la Asamblea General (1980); a pesar de este esmirridado acuerdo, solo cuatro países han alcanzado esa meta, estos países son: Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia. Ningún euro se deja caer en esta cuesta abajo para ese continente que está en nuestros abajos. Eso sí, por cada dólar destinado a esta ayuda, los bancos se quedan otros tres en pagos de intereses de la deuda externa del Tercer Mundo.

Convivimos con la vergüenza de saber que hay una verdad africana que refleja esculpida magistralmente nuestras «desarrolladas» decisiones. Curiosamente pasa casi lo mismo que en nuestras cercanías: la banca gana el mismo porcentaje que gana el endeudamiento de los hogares.

En la cumbre de la ONU de hace unas cuantas semanas, los líderes mundiales iban a medir los avances en relación a las Metas del Milenio establecidas en el año 2000, que incluyen el objetivo de reducir a la mitad, en 2015, la pobreza y el hambre que padece este mundo. Las nuevas medidas del harapiento maniquí siguen indicando que no hace falta siquiera tomar medidas para el nuevo traje; le sobra y conforma el viejo hábito de la desnudez primitiva. Quieren hacerlo en quince añitos, reducir a la mitad la pobreza existente en aquellos países que produjeron para los países líderes mucho más del doble de su riqueza autóctona. Llevamos ya la mitad del plazo libremente decidido por tan generosos líderes y las condiciones de hambruna, enfermedad, guerra y miseria sigue en recalcitrante aumento. ¿Cómo podemos/pueden ser tan torpes los millonarios?

No se asusten, no esperen una invasión africana reivindicatoria de la cultura de la justicia humanitaria; si acaso, alguna barcaza repleta de carne chocolate, mugrienta de ojos saltones y lágrimas de agradecimiento al paraiso de acogida.

Goyo
05-feb-07