Casi todas las tardes, cuando se apuntan a terminar, tengo la suerte de escuchar el canto de una mirla; pájaro negro de buen agüero que se sube a lo más alto de un abeto libanés que sembró mi padre hace unos treinta años. Y no sé por qué la mirla me recuerda al «canario«.
Allí canta su himno de atardecer. Yo le malrespondo silbando y, la muy tonta, vuelve a repetirlo como si lo mío fuese el original.
Lo que te digo después de tanto reconocimiento.
Goyo
18-may-10