Una luz por África

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Abajo en los mapas, lista como para ser pisoteada, colocan los geógrafos, los dibujantes y los maestros a la negra y compacta tierra africana. Por encima, nos colocamos nosotros y nuestra sabiduría y nuestra organización. Y dicen nuestros sabios que los primeros homínidos salieron de allí para ir colonizando como especie la inmensidad de los campos. También de los campos europeos. Es curioso, nunca le hemos dado las gracias por la traída de las viejas tecnologías: el fuego, los ritos, la música, la cabaña,…

Creo que la vergüenza mayor la produjimos hace poco más de un siglo cuando las poderosas naciones europeas se repartieron tanto y también el continente africano, que hubo un tiempo largo en que no existió nación africana con dueños africanos; en 1879, el 90% del territorio todavía estaba gobernado por africanos, la proporción se había invertido en el año 1900, tan solo once años más tarde. Por ello, algunas naciones cuantiplicaron su PIB.

Aún están esperando alguna explicación de esa otra mala memoria histórica. En 1980, hace ya la tardanza de cinco quinquenios, apareció como glorioso y mágico el numerito del 0,7% destinado a los países ricos en pobreza por los países pobres en justicia; esta ridícula asistencia fue acordada cuan migajita del total del producto interior bruto en la 34 sesión de la Asamblea General (1980); a pesar de este esmirridado acuerdo, solo cuatro países han alcanzado esa meta, estos países son: Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia. Ningún euro se deja caer en esta cuesta abajo para ese continente que está en nuestros abajos. Eso sí, por cada dólar destinado a esta ayuda, los bancos se quedan otros tres en pagos de intereses de la deuda externa del Tercer Mundo.

Convivimos con la vergüenza de saber que hay una verdad africana que refleja esculpida magistralmente nuestras «desarrolladas» decisiones. Curiosamente pasa casi lo mismo que en nuestras cercanías: la banca gana el mismo porcentaje que gana el endeudamiento de los hogares.

En la cumbre de la ONU de hace unas cuantas semanas, los líderes mundiales iban a medir los avances en relación a las Metas del Milenio establecidas en el año 2000, que incluyen el objetivo de reducir a la mitad, en 2015, la pobreza y el hambre que padece este mundo. Las nuevas medidas del harapiento maniquí siguen indicando que no hace falta siquiera tomar medidas para el nuevo traje; le sobra y conforma el viejo hábito de la desnudez primitiva. Quieren hacerlo en quince añitos, reducir a la mitad la pobreza existente en aquellos países que produjeron para los países líderes mucho más del doble de su riqueza autóctona. Llevamos ya la mitad del plazo libremente decidido por tan generosos líderes y las condiciones de hambruna, enfermedad, guerra y miseria sigue en recalcitrante aumento. ¿Cómo podemos/pueden ser tan torpes los millonarios?

No se asusten, no esperen una invasión africana reivindicatoria de la cultura de la justicia humanitaria; si acaso, alguna barcaza repleta de carne chocolate, mugrienta de ojos saltones y lágrimas de agradecimiento al paraiso de acogida.

Goyo
05-feb-07

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