Desconozco cómo se podrá medir la capacidad de información que almacena un cerebro humano normalito; incluso desconozco la potencialidad autónoma de crecimiento informativo basado en nuevas informaciones construidas sobre las viejas; es decir la capacidad de producción creativa de las personas. Los apuntes más atrevidos afirman que tenemos un almacén ilimitado del que solo ocupamos una escasa décima parte: todo un derroche de vagancia mental… o un desperdicio neuronal, depende cómo lo contemplemos.
La ventaja de las máquinas es que se dejan medir con mayor precisión, y, esta máquina que ahora le presenta información a través de la pantalla, tiene ya cien o doscientas veces mayor poder y potencial informativo que la máquina que usted tenía hace tan solo tres años. La memoria y la agilidad del tratamiento informativo seguirá creciendo de forma siempre sorprendente; tal vez, para recordarnos lo mucho que nos queda por aprovecharnos de nuestro grisáceo cachivache.
Lo que se crea digitalmente y lo que se copia actualmente sobre documentos escritos, gráficos, fotográficos, audibles,… y la denominada metainformática que trata sobre los conocimientos y las enriquecedoras mezclas de todas las mezclas posibles de los anteriores soportes informativos, llegan hoy a la cantidad de cerca de 200 mil millones de gigabytes. Ya tenemos necesidad de una nueva medida: el exabyte, que equivale a mil millones de gigabytes.
Según los estudiosos de este asunto, el año pasado, el 2.006, se crearon y copiaron 161 exabytes de información digital, continuando un período sin precedentes de crecimiento de datos en la Red. Este petete digital equivale a unas tres millones de veces la información recogida en todos los libros jamás escritos. El ritmo de crecimiento parece acercarse al 60% anual, lo que implica que, de seguir así, en el 2010 el conocimiento digitalizado podrá llegar al billón de gigabytes, con lo que lo mismo hay que inventar otra medida, … el goyobyte, por ejemplo.
Nos seguiremos perdiendo, incluso nos seguiremos perdiendo con esa ridícula dedicación consuetudinaria del apenas 10% de nuestra facultad intelectiva.
No creo que las máquinas nos alcancen, y menos en capacidad de imaginación o de vagancia; incluso en uso retorcido de lo que se conoce, se hace, o se dice. Para muestra, observe el lector el panorama informativo del que se surten algunos periódicos.
Goyo
08-mar-07