.
Evangelizar tiene mucho que ver con «koiné ευάνγελος«, que en su origen significaba dar o traer buenas noticias. Así que cuando aquellos esclavos romanos escucharon en las catacumbas que vendría un dios distinto a los de aquellos lares para salvarlos, no debemos extrañarnos -ni aún en estos días- del abrazo creyente; parece que en la creencia de los plebeyos no entraba que de los patricios romanos surgiera bondad, misericordia o compasión.
Acabó el Imperio Romano y se presentó el poderío feudal, los nuevos esclavos de la gleba escucharon de la Patrística otra «buena nueva», que además de ofrecer mejor salvación, se encargaba -a través de un Santo Oficio y una Santa Inquisición- de pasar por la hoguera a quienes dudasen, negasen o rebatiesen las verdades inquebrantables. También parece que los súbditos no disfrutaron mucho de la bonohomía de la nobleza y clero.
Así, tras siglos de glorias anunciadas, se presenta en estos días entre nosotros un personaje que de nuevo incita a sus seguidores a iniciar nueva evangelización para los naturales de este país, muchos de ellos apartados de las creencias quizá debido a un exceso de «malas noticias«.
Como de las cosas muchas que ha dicho las únicas verdaderamente distintivas han sido esas referidas al laicismo de los años treinta y a que las mujeres deben realizarse en el hogar y en el trabajo, podemos pensar que esas deberán ser las buenas nuevas que sirvan para recomponer el estado de fe.
En estos momentos dicen que regresa a su estado, con la promesa de volver de visita al año que viene; seguramente volverá con mejores noticias.
Goyo
07-nov-10