Parece que somos modernos y cultos escudándonos en la opinión de aquel noble francés, Jean Batiste de Sécondat, que abrazó el desafío de pensar en el poder; de cómo perfeccionar el poder. Y en su análisis concluye que podemos y debemos distinguir tres formas esenciales de ejercer el poder y que, para bien ejecutarlas, no pueden descansar en una única persona. Esta suposición se enfrentó hace tres siglos a la teoría del poder absoluto, que era la posición de la época. Hay otras teorías, mas la usual proviene de la revoltosa Francia.
Aquel señor Montesquieu dijo que alguien debiera ocuparse de redactar las leyes, otras gentes se ocuparían de aplicarlas gobernando y otras, de juzgarlas cuando se produzcan desvaríos. Así se instituyó que el poder legislativo no debía mezclarse con el poder ejecutivo ni inmiscuirse en el poder judicial. Muchos pensaban que este entendimiento, alimenta el riesgo de gobernar mandatos rodeados de tensiones; aunque, a la postre, toda decisión de gobernanza requiere optar por una tensión y abandonar otra.
Más de una vez he mostrado mi extrañeza ante la severa desobediencia de este principio en nuestro entorno y hábito, porque si se asume que la soberanía reside en el pueblo, debiéramos articular lo propio en el pueblo soberano para decidir sobre cada uno de los tres poderes por separado. Parece que no nos tienen en cuenta por entero y sólo nos permiten elegir a los representantes del poder legislativo. Nunca se nos ha ofrecido elegir a los miembros del poder ejecutivo, al gobierno. Tampoco se nos permite elegir a los miembros del poder judicial.
No nos tienen en cuenta por entero y sólo nos permiten elegir a los representantes del poder legislativo
A los representantes que nosotros elegimos -el legislativo- sí se le encomienda la elección de la cabeza del poder ejecutivo -al presidente del Gobierno- y la elección de los componentes del Poder Judicial obedece a una extraña mezcla endogámica aderezada por intereses partidistas. Dicen los defensores del sistema, que los ciudadanos no estamos preparados para elegir a los miembros del Poder Judicial; puede ser, lo extraño es que sí nos consideren aptos para elegir a los legisladores.
Algún profesional de la Justicia me reitera que los jueces son independientes de las querencias ciudadanas o de los partidos y eso es lo que dudo porque unos se apuntan a Jueces por la Democracia y otros se asocian al colectivo Francisco de Vitoria.
Goyo
21-12-19