Cerezo en flor

 

 

Para los valxeritenses, el año bien puede comenzar cuando las ramas verdigrises de los cerezos se engalanan de flores blancas; el ambiente del valle ilumina el paso del invierno a la primavera y la cultura resguardada vuelve a tomar brillo: autoridades, fiesta, bellos discursos, bailes, coplas serranas,… y casi nadie se acuerda de la desaparición de Asperilla, Oxalvo, Peñahorcada, Tabares y Vadillo . Eran pequeños pueblecitos del Valle del Jerte que no supimos conservar o que supieron destruir y enterrarlos sin cerezas.

En la cultura japonesa, el “Hanami” es la tradición que capacita e invita a observar y conocer las flores, especialmente las primeras que se muestran tras el invierno. Allí son los prunos y sobre todo, las flores del cerezo, que se llaman “Sakura”. El hábito social y familiar japonés se cifra en acercarse a los parques y jardines para observarlas, incluso de noche. Y lo que dicen los japoneses que se ha de aprender, es que el manto de pétalos blancos que se forma en el suelo, durará lo que el viento o el agua decidan. Y así de efímera y bella puede ser nuestra vida. 

Otro año más, otra bendición reiterada para que pronto madure la Burlat pese al riesgo de quebrarse si el agua se retiene en el hoyito del pedúnculo. La Burlat y otras compañeras son las cerezas tempranas que despiertan la economía de muchos pueblos serranos del norte de Cáceres, aunque siempre serán los del Valle del Jerte los que produzcan los mejores sabores. La moderna ingeniería agrícola ha conseguido dibujar un gradiente de colores y productos: se comienza por los terrenos vecinos del río y se acaba en las cumbres con las variedades tardías; en el medio se produce la explosión de las picotas, con la ambrunés como reina.

 

Vuelve la Fiesta del Cerezo en Flor a presentarse para remedio de los sufridos campesinos, que al mal decir de los envidiosos, siempre triunfan: cuando es mala la cosecha es elevado el precio de la cereza, y cuando está barata, la abundancia multiplica.

Así que el problema de la cereza también está en el proceso de recolección. Ha de notarse que la cereza es un fruto no climatérico; no dado a la alteración artificial de su madurez. Los frutos no climatéricos carecen de la capacidad de continuar su maduración después de ser separados de la planta, lo que quiere decir que tal cual sea el estado de madurez que la cereza tiene en el momento de la recogida, ese el el estado que mantiene, no cabe otra artificialidad.

La manzana, el tomate, el plátano, el melocotón,… son frutos climatéricos, frutos que puede ser recolectados  en verde y sometidos a procesos de maduración, donde se aplica acetileno (un análogo del etileno natural que desprenden los frutos y que desempeña la misma función de fitohormona) a fin de uniformar la maduración del lote. En la cereza no cabe esta trampa.

Otra curiosidad a tener en cuenta: la pepita del hueso contiene cianuro de hidrógeno, por lo que su semilla es altamente tóxica. O sea, no se trague el hueso 😉

Mientras esperamos a probar las primeras cerezas, conviene ejercitarse en nuestro particular hanami.

 

Goyo

23-mar-13

 

Una Banderita para el Valle del Jerte