Algo de poquita historia.
Hubo un tiempo en el que me afané rescatando tesoros que gratuitamente da la lectura de la Historia; quizá el afán nubló el brillo de otros tesoros presentes y pasados; pero comprenderán que no sepa cargar con tantas riquezas y que me contente con algunas piezas que siguen teniendo duración del Plutonio 239. Uno de esos tesoros que trato de mantener y agrandar nace de la lectura y del pensar sobre los socialistas utópicos franceses. Comprenderéis entonces que también me apasionen las razones que escribió nuestro paisano Pablo Iglesias Posse; así que desde recién maduro, yo me creía que mi mejor apuesta social pasaba -curiosamente- por ser sindicalista y no tanto por ser socialista del partido. Y así anduve unos años hasta que razones y suertes me trasplantaron de Extremadura a Bélgica, donde me convencieron que, para mi, lo mejor sería trabajar también en el partido hermano.
Políticamente, me eduqué entonces entre ugetistas y socialistas exiliados de las cuencas mineras del Nervión y del Nalón; si el grupo humano de aquellos obreros perseguidos por la dictadura franquista te toma en consideración, no puedes evadirte para compartir ideas, fiestas y esperanzas. Así que aprendí que el 1º de Mayo era nuestra fiesta, como al día siguiente era otro aniversario socialista, el de la fundación del PSOE.
Otra fiesta sin jolgorio.
Usted sabrá castigar mi atrevimiento; pero voy a escribir -cojeando- sobre el Primerodemayo, el de este año que nos agobia. Y digo cojeando porque no sé componer una lectura global y completa de lo que ocurre. Algunas certezas deshilachadas se amontonan y se las muestro por si usted tuviera más luces para componer la comprensión:
Un gobierno socialista obligado a reducir significados avances sociales.
Un no-gobierno conservador, incapaz de definir cómo conservarlos.
Una masa trabajadora desconfiada y apartada del mundo sindical.
Empresarios que declaran ganar menos que la media de los obreros.
Un sistema bancario cada vez más menos comprendido.
Una tasa de paro que no aparenta tara social.
Casi todo incomprensible.
¿Y la empresa?
El fenómeno del paro es posible que tenga alguna razón diáfana; una de ellas, se articula popularmente adjudicando la responsabilidad mayor de la falta de ofertas de empleo a la administración. No obstante, esta adjudicación varía de forma que aparenta mero capricho: se puede adjudicar la culpa el gobierno municipal, al autonómico o al nacional según conveniencia a la hora de atizar. Por ejemplo, un gallego orgulloso de su gobierno autónomo deriva la responsabilidad del paro hacia el gobierno nacional; no obstante, en otras comunidades donde la oferta de empleo es aceptable, se le asigna nulo acierto a las políticas del Ministerio de Trabajo.
Tradicionalmente, la cultura sociolaboral de la Europa Occidental admitía como principio energético primero y básico, el indiscutible valor de la actividad empresarial como fuente de la riqueza. Era la empresa el templo de donde surgía la riqueza y los gobiernos mejor valorados eran los que conseguían recuperar parte de los beneficios para aplicarlos a políticas sociales. Eran los tiempos donde el aguerrido empresario contemplaba a cualquier administración pública como elemento enemigo porque anulaba, fustraba o reducía peligrosamente la «iniciativa empresarial».
Ahora parece tan difuminada tal iniciativa, que se ponen de moda los discursos de que el Estado -su gobierno- debe animar tan desaparecida impronta con préstamos a interés 0% -como se hace en USA, dicen-. En mi conocimiento está que el ICO presta buenos dineros a intereses sanos y que, en muchas administraciones públicas, se destinan fondos públicos a soportar parte de las apuestas empresariales «a fondo perdido«. (Supongo que esto último no requiere de mayor explicación).
Que venga lo que seaSon los mercados es la novedosa manera de argumentar tanto abandono de compromiso personal con lo social.
No creo que triunfe un alocado individualismo.
Vendrán mayos mejores.
Goyo
1-2 de mayo de 2011.