Mi último cuarto de siglo, puedo resumirlo en dos aspiraciones que me siguen conduciendo sin que pueda comprobar hasta el momento que mis desvelos se hayan cubierto de éxito. Digo que la primera es que me gustaría ver atravesada nuestra Extremadura por una vía férrea doble, electrificada y acogedora de trenes veloces. La otra primera y más importante es que me gustaría que supiéramos repoblar de encinas y alcornoques nuestros disminuidos bosques y nuestras viejas dehesas.
Sobre la repoblación, llevo veinticuatro años promocionando una sencilla campaña durante los dos últimos meses del año: “Siembra una bellota” por ver si, además, nos sirviese tan familiar fruto como muestra de regalo navideño a los amigos y familiares que tuvieron que emigrar. Así, me dicen que tenemos ya encinitas o alcornoques en las tierras más alejadas. Muy pocas; pero muy queridas.
Sobre el ferrocarril, fue en el 92 cuando di por primera vez la lata ante las mejores autoridades que tuvimos y, por lo que percibí, no les resultaba asombroso que Madrid y Lisboa estuviesen unidas por un moderno ferrocarril, al modo y manera como Sevilla y Madrid se unieron. Naturalmente, también parecería asombroso que la línea que uniese las dos capitales excluyese al territorio extremeño. Yo me pedía tan sólo una parada en cualquiera de estas tierras y recordaba que, paralelo al Tajo, el relieve se inclina suave y favorablemente hasta el Mar de la Paja; luego, venir de Madrid a Lisboa era energéticamente cómodo y económico, aunque al revés la cosa se complicase algo.
Con algo más de seriedad nos recordaba Iam Gibson en días pasados nuestra cortedad visionaria respecto a esa buena gente que tenemos al lado. Y la semana pasada, nuestro presidente Vara se vuelve a ilusionar con el tren. Vale.
Ya estamos conformados para echar de nuevo la culpa a los últimos responsables políticos que nos han gobernado; quizá convenga cambiar de estrategia y culpabilizar a los que nos quieren gobernar en el futuro; a ver si nos damos cuenta que unos u otros, los responsables, los culpables, los gobernantes son “extremeños”.
Seguiremos batallando. La duda la tengo en saber cuántas encinas y alcornoques faltan aún que arrancar al fin de diseñar para estos inmediatos años, campañas de reforestación más variadas e incisivas.
Goyo
15-feb-16