Hay ciudades raras por la rara razón de que te pagan por vivir en ellas. Por ejemplo, en la ciudad holandesa de Utrech se está llevando a cabo un experimento según el cual paga 900 euros a cada uno de sus habitantes, tanto si trabajan como si no. La ciudad canadiense de Sakatchewan ofrece unos 13.000 euros a todo el que quiera vivir para así participar en su plan de reactivación económica. La ciudad suiza de Lausana rechazó en referéndum, en el pasado mes de junio, dotar a cada uno de sus habitantes adultos con 2.300 euros mensuales para así evitar el despoblamiento.
Rarezas de este tipo hay muchas más y parece que todas ellas se encaminan a luchar contra el despoblamiento. Esta tendencia es bien conocida por los poderes públicos y ya desde hace más de cinco años, esta deshilachada Europa comenzó a preocuparse por el asunto y creyó que potenciado la Política Agraria Comunitaria, con la debida protección de la actividad agropecuaria, no sólo serviría para frenar el despoblamiento, sino que la población quedaría fijada en el ámbito rural. Seguimos fracasando en el empeño de revitalizar la vida de los pueblos.
El estado que dice protegernos asigna a las corporaciones locales una cuantía que no depende exactamente del número de habitantes, sino del tipo de población; así una población con 5001 habitantes percibe casi el doble que otra que tenga tan solo 4999 almas. Son cosas de la Hacienda Pública, que dice ser de todos,… pero los más agraciados son los paisanos que habitan en ciudades que sobrepasa el medio millón de habitantes. El criterio de justicia progresiva es de puro chiste.
Nosotros, los extremeños, tenemos un grave problema de despoblamiento; los números apuntan y disparan anunciando que, además de reducirnos progresivamente, el hundimiento de la población en los pequeños municipios sirve para engordar malamente a las pocas ciudades que crecen. Las instituciones que mejor detectan esta malversación poblacional son las diputaciones provinciales, que reunidas en el pueblecito de Montánchez, han recogido causas y soluciones al despoblamiento rural.
Mi duda radica en preguntarme si usted, los habitantes de las ciudades y sus mandatarios conocen, discuten, acuerdan o proponen algo que provoque reacción solidaria con los mancillados pueblos.
Goyo
22-dic-16