Desbaratado el espíritu navideño y regio por los días que pasan y los terrores que vuelven, me encuentro de nuevo con el ahogo de la tierra injusta: al decir del Sindicato de Obreros del Campo de Andalucía, de las cien mil hectáreas públicas que constituye la red de cañadas, veredas, cordeles y demás vías pecuarias, unas ochenta mil están “apropiadas” por los vecinos de las tierras a las que se les dio comunicación.
A sus propietarios –curiosamente no se les suele llamar aceituneros por muchos olivos que tengan- suelen vivir rodeados de obreros de la ciudad que aún no han comenzado a entablar contactos síndicos. Mucha memoria histórica que cada vez es más precisa sobre todo para que no olviden los obreros que hay una cosa que se llama sindicato.
Que cunda otro más ejemplo; a ver si algún avispado geógrafo universitario extremeño nos sorprende con datos históricos y ciertos del atraco autóctono de caminos, cauces, pozos, arroyos, senderos, cordeles y demás patrimonio común que ha ido limpiamente a las limpias manos. (¿Por qué se ponen las manos rojas cuando se roba algo?).
Los jornaleros procederán a recoger las aceitunas de los caminos para después destinarlas a un fin social; critico que lo mismo se adelantaba más recogiendo las fincas para fines sociales y que dejasen las aceitunas de los caminos para los señoritos… y señoritas. Pero me temo que esto no obra de ningún círculo obrero. Igual de estólitos semos.
”Pues los terratenientes tienen una serie de privilegios, acaparan todo el dinero de los fondos europeos y contratan a inmigrantes sin documentación, entre otras cosas”, ha dicho el Secretario General.
No hay que preocuparse, Google -que es nuestro nuevo dios de la veracidad- recogía el fruto informativo de este asunto en seis referencias de prensa y ocho artículos, la misma potencia informativa que ha merecido el descubrimiento de un nuevo insecto cavernícola por científicos españoles.
Goyo
09-ene-07