Ángel Rodríguez Campos fue un maestro que iluminó a toda una generación de mi pueblo en aquellos oscuros años cuarenta y cincuenta. Desde hace dieciséis años, el Ayuntamiento de Casar de Cáceres utiliza el Certamen Literario «Helénides de Salamina» (así se hacía llamar) para recordar su figura de esteta clásico y promocionar el relato corto como expresión literaria.
En la edición de este año, he dedicado a su memoria esta cuadernavía.
Antes nunca conocieron los vecinos de Casar,
ni les contaron la historia, ni la escucharon cantar.
Allá por los años treinta no era mucha la torpeza
mas llegando los cuarenta, todo se quedó en pobreza.
Las niñas, muy de pequeñas, hacen de segunda madre
y los niños de diez años siegan al lado del padre.
Mocitas son la criadas, los chavales son gañanes;
hambre, penurias y dindes abundan más que los panes.
Muy pocas son las escuelas, abundante es la ignorancia
aprender las cuatro reglas es casi una estravagancia.
En estos tiempos oscuros una simple llama alumbra:
la luz sale de un maestro que combate la penumbra.
Llegó don Ángel Rodríguez del pueblo de Mogarraz
y se quedó para siempre de vecino de Casar.
Nada más llegar se nota que no es hombre del momento,
sabe griego y es poeta: predica con el ejemplo.
La escuela tiene la fama de ser prisión infantil
bien pronto, con sabio tiento, rompe la red del redil.
Filosofa cuando enseña, viste como los helenos,
cultiva el huerto, pasea, … acoge a malos y buenos.
Deja crecer el cabello en su cabeza serena
bien pronto surge el apodo: don Ángel de la Melena.
En todo tiempo sandalias, siempre con túnica griega,
con los alumnos, gimnasia; con las palabras, poemas.
Todas estas breves notas nos dan la imagen del genio,
su legado y su gran obra viven en el Panhelenio.
Por eso, todos los años recuerda este vecindario
que don Ángel bien merece su Certamen Literario;
que este pueblo no se olvida de aquella insigne persona,
que la gente al sabio mima; y al memo, se le perdona.
Goyo, 19-may-08