El poder del cachondeo

 

 

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El Comité Olímpico Español acaba de rendirse en su intento de facilitar a la España Cañí la letra del himno; al parecer la música no se discute. La historia tiene detrás a más de siete mil españolas y españoles que participaron ilusionados ofreciendo su versión de lo que podría ser el poema más solemne, repetido y aireado por toda aquella persona que se sienta de aquí. Es muy posible que de siete mil y pico de intentos muchos sean en verdad acertados, valiosos, dignos, vehementes,… incluso repudiables.

El elegido, ha sido ya motivo de los más diversos estudios: las aulas universitarias de poesía contemporánea han soportado bien el mal trago, los humoristas han adelantado el agosto al primer mes del año, los bares se han llenado de apasionados debates que nublan al mismo Gallardón, los periodistas lo tienen en su cajón para presente y futuro,…y los deportistas seguirán silenciosos mientras sube nuestra bandera por sus triunfos. Ha triunfado la crítica de la mofa y el olor a cachondeo. Quizá se prefiera llorar en silencio a que las espinas históricas se claven en el oído.

A mí me da pena de cómo hemos quebrado entre todos la vigorosa ilusión del elegido; pero me da más pena aún del equipo que formó el jurado que lo eligió; tanto, que no deseo escribir sus nombres para no agrandar su mala fama. Parece que buscaban un himno y se van a encontrar con un montón de murgas.

De las muchas cosas que sigo sin entender, se encuentra el porqué parece necesario poner la cantata patriótica en boca del deportista triunfante, o del mito futbolístico antes de triunfar. En mi pueblo, que está rebosante de gente diversa apasionada en la práctica del deporte, tenemos el himno de San Benito como instrumento de unión, regocijo y exaltación de camaradería; pero no solo lo cantan los deportistas, también los ganaderos, los borrachos y los concejales. Eso sí, tiene poco de solemnidad, es una muestra de humor elevado, que es lo que parece que pide el personal.

Además, yo creo que la causa remota de la falta de aprecio ciudadano al himno está en que la letra propuesta habla más de pertenencia que de tenencia; y esto viene avalado porque en nuestros ancestros musicales, las canciones de indiscutible arraigo siempre han mostrado algo del tener más que del querer: si la letra hubiese añadido cosas que dicen que deben tenerse para triunfar, seguro que hubiera logrado más adeptos; recuerden sino que las canciones de la patria infancia y del repertorio sin debate son: “Tengo una vaca lechera” y “Tengo yo una ovejita lucera que, de campanillas, le he puesto un collar.”

Por no recordar a la gallina, podría haber comenzado”: Tengo un gallo,…”

Goyo

23-ene-08

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