Magistrados y ministrados.

 

 

De los latinos nos viene la herencia de esa cosa tan enrevesada que llamamos Derecho. Aquellos locos romanos precisaron una terminología que, aún utilizando nuestros descuidos y torpezas, somos incapaces de arrinconar. La palabra ministro viene del latín minister (sirviente); de su raíz minus, provienen palabras como menor, mínimo, minúsculo, miniatura,… Minister es el opuesto a magister, término del que derivan magistrado y maestro. Los magistrados (la raíz magis significa mayor) impartían justicia interpretando las leyes y alcanzaban el mayor prestigio social, casi tanto como los generales victoriosos. Los magistrados ejercían el magisterio de la regulación social y política; ahora parece que son los ministros.

 

Pues uno de nuestros ministros, por cosa singular que ustedes conocen, ha turbado el ánimo del conjunto de nuestros magistrados y éstos le recuerdan que hay que respetar lo que pensó Montesquieu.

 

Para aquel francés, el valor político supremo era la libertad y el mayor enemigo de ésta, el poder; pues pensaba que todo poder tiende por su propia naturaleza al abuso. Asimismo este pensador consideraba que se hacía preciso neutralizar la tendencia al abuso del poder dividiendo su ejercicio en distintos órganos separados.

 

Pero en España, los poderes legislativo y ejecutivo no nacen en origen mediante elecciones separadas, sino que es a través de unas únicas «elecciones generales» de donde surge no sólo el legislativo, sino que también se compondrá el ejecutivo y del resultado de estas elecciones, no se afecta en un principio al poder judicial. Montesquieu no lo entendería.

 

Hay pruebas evidentes de esta ausencia de separación: por ejemplo, el gobierno se sienta mezclado en el congreso en el grupo de escaños denominado banco azul; otra prueba: el poder ejecutivo no se limita a la ejecución sino que puede intervenir en la función legislativa por propia iniciativa o a través de Decretos-leyes. Otra prueba más: desde el Congreso (legislativo) y/o desde el Gobierno (ejecutivo) se participa en la elección de los órganos que dirigen el poder judicial.

 

Con todo bien revuelto y guisado, dudo yo que estén próximos los tiempos en los que el pueblo sea el único representante de la soberanía nacional salvo que magistrados y ministros ayuden a certificarlo con hechos y no con dichos.

Goyo

09-may-18

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