Señor, yo vivo en la Plaza de las Malvinas, en el número 35; en un pueblecito que se llama Casar de Cáceres, que está en España. Digo esto porque he leído hoy su escrito y me incita a responderle. No sabiendo con certeza dónde usted vive, quizá el mismo medio que publica su carta sepa, pueda y quiera hacerle llegar esta corta misiva.
Desde el 5 de septiembre del año 2000, han trascurrido 4840 días, de los 5840 días que nos dimos para remediar el desbarajuste objetivado en los ocho fines virtuosos; y aunque más niños nacen sanos, más mujeres paren sanas y más escuelas se extienden, la pobreza se reparte con la misma crueldad de antaño, y el resto de los objetivos, Señor Secretario, se perciben con mayor burla y desesperanza que la angustiosa sensación que produce nuestro dicho: no hay mal que cien años dure.
La nación donde yo vivo, es una de esas que figura inscrita en la Organización de las Naciones Unidas y que el año pasado redujo un 49% la ayuda oficial al desarrollo de los pueblos y naciones que decimos que no están debidamente desarrollados. Yo le pido perdón por este significado recorte y también le suplico que comprenda mi vergüenza.
Usted nos dice que nos faltan -a los humanos de este planeta- como mil días para reducir a la mitad la pobreza y el hambre en el mundo; deberá hacer un esfuerzo explicativo para que el gobierno de la nación española entienda que eso, lo mismo no se consigue reduciendo a la mitad la aportación acostumbrada.
Quizá no se trata de producir más alimentos, sino de repartir los que se producen y de impedir que el capital se utilice para envenenar las cosechas y adulterar las materias primas. Usted sabe que los dineros invertidos en bancos correctos crean riquezas en comunidades pobres, al igual que los dineros que disfrutan de la felicidad de los paraísos fiscales engordan las fortunas en comunidades acaudaladas a la vez que se ensañan con los humildes.
Quizá pudiéramos reducir a dos los ocho objetivos para iniciar un milenio humanizado: destinemos los mil días a construir paraísos ambientales a medida que eliminamos los paraísos fiscales.
Todo lo demás, señor, debiera dejar de pertenecer al infierno que estas naciones han organizado.
Mis respetos.
Goyo
04-abr-13