Ajos a diez euros

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Buena parte de la tarde del jueves la he dedicado a limpiar los ajos que arranqué el domingo. Para esta tarea se requiere dejar pasar un tiempo que airee las cabezas, aunque no mucho si lo que se quiere es trenzarlas,…Ya es más práctico cortar cabezas y guardarlas en una bolsa. Es más práctico que arbitrar orden conjunto. El tiempo invade al tiempo. (Todo esto va escrito sin segundas lecturas)

Bueno,… limpiar las cabezas de piporretas, cortar raíces, desprender las camisas, es labor que facilita que tu pensamiento se ocupe de otras cosas; y entonces recuerdo el olor de Las Pedroñeras, que lo asocio al Crack Jacinto, que me lleva al pueblo pacense de Aceuchal, donde hace una fechas nos ha sorprendido ese empresario que tenía ocupados a más de cincuenta rumanos pelando ajos a razón de euro por caja, para que veáis que lo de “barato, barato” ya no queda reducido al Magreb. Hay que ver cómo son las cajas que tenían que llenar los rumanos. De manera inmediata me arrastran los recuerdos a las condiciones de los braceros extremeños de los años cincuenta… y también -de forma radicalmente opuesta- a los investigadores médicos del Hospital Infanta Cristina (Badajoz) que han llevado su buen oficio para conquistar la buena fama en las américas. Otra fama exportada a pesar de la escasa consideración del interior. Entiempobueno, cardiólogos.

Han encontrado los cardiólogos pacenses no sé que cosa de pseudoaneurisma que en un pispás lo cosen desde fuera y queda el cardias tal como la cabeza de ajo que acabo de rematar. Ya ves; unos, atareados en buscar los recovecos falseados del corazón y aquel otro empresario que no sabemos dónde lo tiene; quizá sea futura tarea del equipo de cardiólogos descubrir dónde tiene el corazón el empresario de Aceuchal.

Ya termino. Recuento “grosso modo” la cosecha de ajos y no llega ni a media caja rumana, y presiento que con diez euros compro más ajos que los que contemplo. (La agricultura de pitanza siempre ha sido postergada por la economía de la opulencia.)

Me lavo las manos perfumadas al disulfuro de alilo y cojo un billete de diez euros; lo remiro y con ello me aseguro que en verdad compro más ajos de los que hay en mi cosecha; pero no me activa el billete los mismos pensamientos.

Goyo

16-jun-07

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