La siesta en la travesía

adormidera

Yo, -por ejemplo- soy capaz de concederme plenamente al limbo un rato cotidiano; no es la gloria nocturna que acuna el sueño, es un hábito que se depositó en mi organismo desde los tiempos de la puta mili, que antes yo no tenía necesidad de reposar comida o pensamientos a mitad del día claro.

El caso que les cuento es que es muy raro el día en que no siesteo. Y si no lo hago me siento mal, malhumorado y pesado de mollera hasta que se va el tiempo que he debido emplear en tan criticable dependencia. Aunque sólo sean seis minutos, necesito a diario una mirada diurna al interior.

Comprenderán entonces mi comprensión entera para quienes se sientan dependientes de tal adormidera; incluso puedo salir en manifestación defendiendo

Pero una cosa es la siesta bendita; otra muy distinta es atrancarse todos los días con un pedo de vagancia y de irresponsabilidad.

Goyo
01-dic-10

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