Para una vez que se elige a un negro que pueda redimir en algo la misma idea de la pobreza de tal color, en el estrado más elevado de la Historia, el mismo primer día, se puso a hablar con Dios. Otra vez solos.
Año y pico más tarde, el jefe de nuestro estado, aún teniendo aposentos de palacio para ejercer sus peticiones a lo más elevado, le pide al apóstol que a ver si nos echa una mano para resolver cuanto antes esto de la crisis. Uno de aquellos que podemos considerar de la pandilla de los respetuosos librepensadores, elaboró las líneas escritas mejor cocinadas de este verano: «Tú puedes, Santiago.» No sabemos con qué ayuda.
Quizá por ser poco, de nuevo aquí, se recurre al santo apóstol para hacer de la Política una actividad noble. Otra vez el esperpento. Además, me pregunto por qué el abrazo al apóstol se le da por atrás.
(Foto original tomada de los archivos de «Público» en la red.)
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Goyo
07-sep-10