La pared

 

 

 

Cualquier caso de lo que ocurre es, con llaneza, una ocurrencia; pero será por querer distinguirse o por no haber estudiado el tema, algunas personas asignan el término “ocurrencia” al suceso desprovisto de enjundia, al que carece de altura o al que se presenta a su entender como pobre de inteligencia. Así hemos podido escuchar opiniones de ciertos personajes, usando la palabra ocurrencia para las ideas o propuestas que no son del agrado de quien quiere criticarla. Para tales casos, yo prefiero la vulgar tontería, la elevada sandez o la explícita bobada.

Pues ocurre que como fruto de lo que se puede considerar un signo de personalidad singular, un muchachino del entorno de mis amistades, como de dos años de edad, presenta un original comportamiento ante situaciones adversas y que no son de su agrado. La conducta normal, a estas edades, frente a los sucesos que no se producen al gusto del sujeto, suelen responderse con un berrinche acompañado de otros comportamientos añadidos para ser oídos o vistos por los adultos que le rodean. Por ejemplo, tirar las cosas al suelo.

Continuamente podemos disfrutar de la interminable variedad de comportamientos con los que nos sorprendemos los humanos. Uno proviene de ese niño pequeño que apenas lleva medio año dominando la marcha y equilibrando la carrera, sus primeras palabras asientan un crecimiento sano y acorde con sus tiempos pero tiene una conducta que se aparta de lo que consideramos norma. Cuando se le corrige una desviación, se le anuncia una prohibición o se le reprime para apartarle de una situación peligrosa, el infante -además del esperado llanto penoso- busca la pared más cercana y emprende contra ella una serie de pataditas hasta que el consuelo o el cansancio aplacan su contrariedad. Se da el caso preciso que cuando la ocurrencia se produce en el patio de la casa, todo rodeado de macetas, busca el hueco necesario entre dos macetas para acceder a la pared y así descargar sus frustraciones.

En la pandilla bien creemos que es una respuesta graciosamente original: todas las culpas se localizan en la pared más cercana, allí encuentra su muro de las lamentaciones.

En lugar de arrojar Cataluña a los suelos, quizá el señor Puigdemont necesite una pared donde descargar la adversidad de sus infantiles pretensiones.

 

Goyo

07-nov-17