Jóvenes y parados

 

 

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España, que está justo aquí al lado, ha perdido un millón de jóvenes en los últimos cuatro años. Parece que, la causa principal es la emigración, fenómeno que algunos lo identifican como proceso de selección de escape de los mejores para dejar a los menos buenos al cuidado del abandono. Mirando por los alrededores, contemplamos un joven ejército de trabajadores en espera de ocupación para llevarse un escaso puñado de euros al bolsillo.

 

Hace tiempo, sufrí en mis ánimos el desprecio de la gente ocupada porque mi ocupación era estudiar. “Estudiante, mangante” nos decían en virtud de nuestra ignorada productividad. Después hubo un feliz matrimonio entre el buen estudio y el buen puesto de trabajo. Ahora ya nadie se atreve a ligar futuro entre los  resultados académicos y la excelencia en la remuneración.

 

Una etérea y sutil sistemática ha truncado la tradicional ligazón que esposaba estudio intenso con éxito profesional. Nadie se atreve a vaticinar cómo obtendrán los jóvenes la autonomía de adulto y qué consecuencias futuras tendrá la juventud que ahora es incapaz de emanciparse. Nos sigue pareciendo que el empleo remunerado, sigue siendo la clave que facilita el acceso a los bienes materiales y a las relaciones sociales.

 

Un puesto de trabajo que conceda dignidad al futuro y algunos cientos de euros al presente, parece que también es preocupación de los dirigentes de esta desnortada Europa, que en consonancia con sus declaraciones, destinó el pasado año 943 millones de euros para acciones encaminadas a elevar el número de personas jóvenes que cambian trabajo por dinero. De todos esos dineros, las autonomías apenas han gastado el 12%. A mí se me antoja un escándalo superior al de esos 350 selectos incapaces de concertarse para componer un gobierno.

 

Lo que antes se conquistó con crudas huelgas, ahora se nos antoja inservible; La noticia, que para los jóvenes podría haber sido una especie de revulsivo panameño, no ha ocasionado la más mínima algarada, protesta, cristales rotos o farolas dobladas. Todo es suma tranquilidad, rumia con mordaza, indignación silente de una sociedad civil -¿joven?- descompuesta. Si por ellos son incapaces de revolverse, ¿qué esperaremos de esta juventud para implicarse con los débiles, los ancianos, los enfermos, los desvalidos,… ?

Goyo

11-abr-16