El hostigo en forma de coro desordenado y afinado sobre la última de las vocales y encontra de persona, sigue siendo uno de los evidentes residuos comportamentales simiescos que debemos a nuestros antepasados. Haciendo uso de que lo que se suele entender como principios de urbanismo y buenas maneras, no es bien admitido que nos dediquemos a reprobar a nadie por medio de murmuraciones, cortes de mangas o abucheos. También está mal visto lo del dedo corazón.
Resulta curioso que tan solo una vocal alargada exprese tan efectiva crítica; pero así de curiosos seguimos siendo. Por ejemplo, yo recuerdo el grado sumo de cabreo que provocábamos en mi infancia cuando corríamos en círculo alrededor del burlado mientras pronunciábamos repetidamente la letra «i». Otro de los recalcitrantes restos simiescos que suele utilizarse, incluso por nuestros próceres, consiste en dar patadas al suelo mientras se disfruta del asiento público. (Para otros variados ejemplos, pueden ustedes visitar los hábitos recopilados por el señor Pujalte).
En fin, se nos enfada con razón la plana mayor, menor y mediana de los populares porque, en un mercado catalán, a su principal dirigente le han abucheado. Incluso leemos que, por la parte que le toca, el responsable de LIbertades Públicas, Seguridad y Justicia del PP, Ignacio Astarloa, tachó ayer de «nazis» a quienes abuchearon a Rajoy. Yo creía que lo del holocausto fue algo más serio que un vulgar abucheo; aquellos señores de la triste Alemania nunca fueron presentados como reincidentes abucheadores de judíos.
Hay muchas maneras efectivas de dar a conocer el estado de opinión que un ciudadano tiene o sufre; el abucheo público a un líder político reiteradamente equivocado quizá no sea un ejemplo de elegancia parlamentaria. Si este parece que debe ser el sentir y el buen hacer, convendría que alguien tomase nota para que, sobre todo, no presenciásemos en el Congreso de los Diputados los ejemplos que más tarde se ejercitan en la vía pública.
Goyo
12-jun-06