A ver quien la tiene más gorda

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Antes, cuando yo era crédulo de gentes y desconfiado de ciencias, oía la palabra «ingeniero» aplicada a una persona y me parecía que se presentaban divinidades a protegerla, sino a castigarme por dudar de lo excelso. Ahora, que sigo siendo crédulo social y confiado en la poca ciencia que nos dejan hacer, sigo escuchando a veces cosas que desequilibran mis convicciones.

Por ejemplo: yo una vez supe de un terremoto que se produjo en nuestro quieto terruño una madrugada del 28 de febrero de un año olvidado. A la mañana siguiente, todo el mundo comentaba el evento a la vez que yo escuchaba extrañado de cómo mi diseño de sueño había sido capaz de soportar el correr de las camas sin que con ello me despertase. El diseño que la ingeniería psicofisiológica dotó a este cuerpo serrano que me sostiene, fue capaz de resistir temblores, comentarios y miedos. Mucho más tarde, me produjeron admiración los maestros arquitectos, máxime cuando adquirían el grado de doctor; un doctor arquitecto debe ser la hostia para curar edificios rotos.

Total, que el cúmulo galáctico de constructores, ingenieros y arquitectos entre los que me moví durante dieciséis años me enseñaron que las ciencias físicas tienen una especial obediencias a las técnicas financieras y económicas. Claro, esta dependencia -me observaban- no se adquiría en las facultades, sino en los tabernáculos o en los restaurantes. Si, por ejemplo, el coeficiente de rigidez k0 en un determinado suelo era de tal, después venía el coeficiente financiero beta y la obra salía más barata. Y esto es más fiel y certero cuanto menos democrática es la administración pública. (No entramos en consideración el coeficiente de riesgo de chapuzas y ñapas hispanas, comparadas con la fama del buen hacer japonés)

En fin, que donde quiero desembarcar es que el señor director de la Central Nuclear de Almaraz, nos despierta hoy con la noticia de «Almaraz garantiza la refrigeración de sus reactores ante terremotos» porque «porque su diseño la hace resistente a terremotos de gran intensidad, pese a que está ubicada en una zona de muy bajo riesgo sísmico«. Nada dice de los tsunamis del Tajo, pero se da a entender.

Para que aprendan. Para que aprendamos.

Todo cambia, está próxima la fecha en la que podamos contratar a algunos ingenieros de payasos.

Goyo
23-mar-11
Imagen ilustrativa copiada de http://www.angelfire.com/nt/terremotos/ingenieriaestructural.html

Que sepamos quién manda

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Nada mejor que acudir a la reciente historia para asegurarnos dónde se ubica la autoridad de las cosas.

Por ejemplo, recordemos ligeramente lo de Haití. Ahora lo de Chile. Recién lo de Turquía. Pasemos a las inundaciones francesas, después a las andaluzas, luego a las nieves catalanas,… y todo apunta a que los pobres y ricos dirigentes no saben donde refugiarse de tanta calamidad popular. El pueblo sufridor de las calamidades ya no implora compungido a los dioses poderosos, ni pide clemencia al santoral protector; exige Justicia al «politicucho» que ni sabe prever, ni acierta a corregir, ni encuentra medios paliativos.

Aquí quien manda es un bipartidismo ideológico pendular e inaccesible: un bando impone sus esencias a través de lo desconocido, que ahora tiene el medio nombre de «Medio Ambiente». La otra mitad del poderío, descansa en las ilusiones y los cabreos de la parte de la población insatisfecha que busca nuevos dioses.

Así que la buena gente dispuesta a servir de cálidos remedios -los políticos- no reciben sino improperios, acusaciones viciadas y sugerencias de desánimo. Tampoco hay respuesta emocional de dirigentes que echen la bronca al populacho. Entre todos, y los miedos que nos tenemos, cultivamos una libertad atormentada de temores y ridículos que nos hacen caer en una democracia ridícula. Está muy mal visto recordar a la clientela que los ciclones escapan a los procesos electorales y que el margen de policía de los arroyos siempre lleva las escrituras bajo el brazo y no debe edificarse en suelo ajeno.

Como prueba y muestra de lo que opino, se presenta un senador castellano de Zamora, solicita que la «Ministra Medio Ambiente» -así figura en la noticia- resuelva el misterio ocurrido el pasado día 27 de febrero, cuando del río Órbigo en la localidad leonesa de Cebrones del Río, antes de la confluencia con el Tera y el Eria, tuvo una punta máxima de 885 metros cúbicos por segundo, «cuando el máximo histórico en este punto había sido de 588 metros por segundo en el año 2000».

Trataré de conocer la respuesta a tan cuidada cuestión, que por lo que parece, hasta los números (885/588) se apuntan al pitorreo.

También están los de las manos limpias; pero eso es cante popular del lindo, que no quiero hacer más el ridi.

Goyo
09-mar-10

Una banderita para los que sufren de cabreo.
Bande